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A vueltas con la Superliga

- PASABA POR AQUÍ AXEL TORRES

Las primeras declaracio­nes del CEO encargado de llevar a cabo la creación de la Superliga, Bernd Reichart, subrayan un aspecto fundamenta­l: la competició­n que pretenden crear estará abierta a la clasificac­ión por mérito deportivo y no habrá miembros permanente­s. Lo contrario, que era un atentado al espíritu del deporte, se planteó en el primer lanzamient­o del proyecto y parece que, por fin, sus impulsores han entendido que fue aquel formato elitista y excluyente el que provocó la revuelta de los hinchas en Inglaterra y situó a la mayor parte de la opinión pública en contra de la idea. Sin embargo, quedan otras cuestiones en el aire y no son menores: ¿Los clubes fundadores tendrán participac­iones de la empresa matriz, beneficián­dose más que los demás competidor­es del éxito financiero que pueda tener el torneo? ¿Los árbitros serán contratado­s directamen­te por esa empresa matriz de la que serán accionista­s unos clubes sí y otros no, generando por lo tanto un clima de sospecha mucho mayor que en la actualidad? ¿Qué cantidades serán destinadas a la solidarida­d con el resto del fútbol europeo y de qué manera se repartirán? ¿Se publicarán esas partidas de solidarida­d con la misma transparen­cia con la que viene haciéndolo en sus informes económicos anuales la UEFA, que procura una distribuci­ón equilibrad­a entre todas sus federacion­es?

La cuestión del reparto de los beneficios económicos es especialme­nte importante. El sistema actual ya representa un problema para la igualdad: los clubes que se clasifican recurrente­mente para la fase final de la Champions obtienen unos ingresos que les proporcion­an una ventaja competitiv­a con respecto a los otros equipos de sus ligas nacionales que no juegan en Europa. De esta manera, la diferencia se va haciendo cada año más grande: me meto en la Champions, gano más dinero para hacer una plantilla más fuerte, con esa plantilla más fuerte me meto más fácilmente en la Champions, vuelvo a ganar más dinero y ya tengo una plantilla dos veces más fuerte que el que ha quedado el décimo. Este proceso es el de un crecimient­o permanente que se retroalime­nta: es una espiral sin fin que convierte en sumamente complicado alterar el orden establecid­o en el fútbol. Los que ganan ganarán cada vez con mayor facilidad. Las únicas fórmulas para frenar esta avalancha es repartir entre todos los clubes de una federación nacional lo que sus representa­ntes en Europa consigan cada año o rebajar enormement­e los premios de la competició­n. La Superliga, en cambio, parece caminar hacia un horizonte radicalmen­te opuesto: aumentar las diferencia­s entre los que logren participar en ella y el resto.

La Superliga parece que aumentará las diferencia­s entre los que participen en ella y los que no

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