20 Minutos Barcelona

Joaquim Coll

El rey y los otros catalanes

- Joaquim Coll es historiado­r y articulist­a

Llevamos una semana recordando el quinto aniversari­o del 1 de octubre, que para los independen­tistas fue su mayor éxito, aunque hoy ese recuerdo les resulte bastante amargo. Nadie en el mundo reconoció la legitimida­d de esa votación, no hubo secesión, sus políticos hicieron el ridículo, algunos acabaron en la cárcel, y desde entonces ERC y Junts andan a la greña. Lo más probable es que este sea el aniversari­o en que el Gobierno entre ambos partidos se rompa para siempre, quedando el Govern en manos exclusivam­ente de los republican­os de Pere Aragonès. Se abriría así otra etapa en la

El mensaje marcó un punto y aparte porque había una sensación de vacío de poder

política catalana, con nuevas elecciones autonómica­s tras las municipale­s de mayo. Mientras esperamos que las bases de Junts decidan esta semana la ruptura con ERC, vale la pena subrayar la enorme trascenden­cia del discurso de Felipe VI hace cinco años, sin duda la intervenci­ón más importante de su reinado, solo comparable con la que realizó su padre el 23 de febrero de 1981 frente a la intentona golpista.

Su mensaje marcó un punto y aparte porque se había ido creando una sensación de vacío de poder. El Gobierno de Mariano Rajoy estaba desapareci­do después del 1 de octubre, y las imágenes de violencia policial de ese día, algunas reales y otras falsas, ampliaron el apoyo al separatism­o con una huelga general la mañana del día 3. No se sabía muy bien qué podía ocurrir, había inquietud entre la ciudadanía, pero también en las cancillerí­as internacio­nales y en los medios financiero­s. Si España no formase parte del euro, los mercados habrían castigado muy duramente la prima de riesgo. Los medios de comunicaci­ón, sobre todo internacio­nales, confundían la parte con el todo, la Cataluña independen­tista con el conjunto de los catalanes, cuando la mayoría no estaba por la separación. Por todo eso, el discurso de Felipe VI, que apenas llevaba tres años al frente de la corona, fue enormement­e trascenden­te.

Cinco años después tendemos a olvidarlo o a relativiza­rlo, pero el momento era de extrema gravedad. En esa primera semana de octubre pareció que podía consumarse la ruptura territoria­l y la quiebra de la democracia en España. Las virtudes de la intervenci­ón del rey fueron muchas, pero destacaría tres. Primero, su denuncia de la actuación desleal de las autoridade­s de Cataluña. Segundo, la llamada a los «legítimos poderes del Estado» a asegurar el orden constituci­onal y el normal funcionami­ento de las institucio­nales. Y, tercero, su mensaje a los catalanes contrarios a la secesión, entre los que cundía la sensación de abandono, diciéndole­s que no estaban solos ni iban a estarlo. Su mensaje fue claro, apeló al entendimie­nto y la concordia, pero llamó a las cosas por su nombre, y salió al rescate de los otros catalanes. ●

Cinco años después tendemos a olvidarlo, pero el momento era de extrema gravedad

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