Helena Resano
Es urgente repararlo
Que casi 3 de cada 10 jóvenes solo tenga estudios básicos no es un buen dato. Algo ha fallado para que esos chicos y chicas hayan decidido abandonar los estudios y dejarlo todo. El dato, del último informe de la OCDE, tiene una explicación histórica según los expertos: a esa generación le pilló la primera crisis de 2008 y les arrolló la segunda, la de la pandemia.
A esa generación no les caló el mensaje de: fórmate, estudia y después conseguirás un buen puesto de trabajo o, simplemente, un trabajo. Dejaron de creer en ese dogma porque vieron que los que iban por delante, sus hermanos mayores, sus primos, sus
A esa generación no les caló el mensaje de fórmate, estudia y conseguirás un trabajo
vecinos, sus conocidos, se quedaban tirados tras haber estado formándose durante años. Veían que aquella promesa no se cumplía así que decidieron tomar sus propias decisiones. En esto también hay una parte de culpa importante del resto por no haberles ayudado a entender que no todo pasaba por estudiar una carrera, que la Formación Profesional también tenía salidas laborales y que ese oficio podía ser fundamental en el futuro, como se ha demostrado ahora.
Al mismo tiempo que conocíamos el estudio de la OCDE, la Complutense publicaba un informe sobre carreras universitarias y sobre cómo la clase social influye en la formación de los jóvenes. Los que vienen de familias con más recursos, con padres que sí han estudiado un grado universitario y con sueldos altos, optan mayoritariamente por carreras de ciencias y por carreras largas: no les asusta pasar más tiempo estudiando porque saben que sus padres podrán financiar esos años de estudio. Los que vienen de familias con menos recursos, mayoritariamente, optan por carreras más sociales y de humanidades y si deciden ir por ciencias, eligen carreras más cortas, aquellas que no duran más de cuatro años y que les asegura una salida laboral más o menos fácil cuando terminan sus estudios.
Una sociedad que no da las mismas oportunidades a todos es una sociedad que falla, que cojea y que permite que las desigualdades se sigan perpetuando generación tras generación, el famoso ascensor social. Ambos estudios demuestran que lo tenemos estropeado y que no solo no lo hemos arreglado, es que ni siquiera hemos llamado a mantenimiento para que lo haga. La educación es la base de todo lo demás: de cómo serán los médicos del futuro, de cómo serán los jueces del futuro, de cómo serán los políticos del futuro. Y si no estamos invirtiendo en eso, da igual que sigamos hablando de cómo hacer un reparto más justo de los impuestos, de cómo hacer que los más ricos paguen más. Dará igual porque los ricos de siempre seguirán siendo ricos y los pobres seguirán siendo pobres. También sus hijos. La educación no será su preciado ascensor para mejorar. Lo tenemos estropeado y es urgente repararlo.
La educación es la base de todo lo demás: de cómo serán los médicos y jueces del futuro