Sánchez mima a Ceuta y Melilla y rearma la relación con Marruecos
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, visitó Ceuta en marzo. Allí se comprometió a desplegar «una política de Estado» que garantizara «un futuro de progreso y oportunidades» para la ciudad. «Melilla es una cuestión de Estado», dijo el mismo día en su viaje a la otra localidad. Nueve meses después, el Ejecutivo está cumpliendo. En las últimas semanas ha dado luz verde a una serie de inversiones para ambas ciudades autónomas mientras recompone la relación con Marruecos.
Así las cosas, el Ejecutivo ha aprobado temas relacionados con las dos ciudades autónomas en más de la mitad de los Consejos de Ministros desde septiembre. De nueve reuniones, en cinco se han aprobado inversiones. De entre todas ellas destacan los planes integrales de desarrollo económico que supondrán una inversión de 711 millones de euros –más de 356 para Melilla y otros 354 para Ceuta– y que recibieron el visto bueno del presidente el pasado 18 de octubre. Para poner en contexto la relevancia de la cifra, en el proyecto de Presupuestos para 2023, el Gobierno prevé invertir 45 millones en la primera y otros 34 millones en la segunda. Estos planes de inversión, que se desarrollarán hasta 2026 y que serán ejecutados por oficinas de gestión constituidas ad hoc, «representan una clara apuesta por el desarrollo económico y la cohesión social y territorial» con el objetivo de «garantizar un horizonte de oportunidades a las generaciones presentes y futuras de las dos ciudades», según el Gobierno.
Entre todas las singularidades que marcan la cotidianeidad de Ceuta y Melilla destaca la fuerte presión migratoria. Es aquí cuando entra el segundo punto de la ecuación: la relación de España con Marruecos, que se encuentra en plena recomposición tras unos meses con una gran tensión. La acogida en un hospital de Logroño para tratar a Brahim Ghali, líder del Frente Polisario y enemigo declarado de Marruecos, distanció a ambos países en la primavera de 2021.
Diez meses después, Moncloa arregló la situación: España abandonó su neutralidad en el conflicto del Sáhara Occidental y apostó por la propuesta de autonomía de Rabat. Pedro Sánchez certificó el giro con un viaje a Marruecos para reunirse con el rey Mohamed VI, con quien pactó una nueva hoja de ruta para la colaboración, que incluía la reapertura de las fronteras y un mayor control migratorio que va dando sus frutos.