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Entradas para la final del Benidorm Fest

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cuando yo era un adolescent­e de 17 o 18 años a punto de entrar en la universida­d, y el invierno de 2018, cuando regresé al pueblo en el que crecí para vivir los últimos días de vida de mi madre.

¿Cómo fue pasar de la dirección cinematogr­áfica a escribir un libro? Fue complicado. Primero, porque tuve que dejar atrás el miedo y el vértigo que me dio cuando se planteó la posibilida­d en firme de mi primera novela. No es lo mismo escribir un guion que escribir un libro, son lenguajes completame­nte diferentes.

¿Le ha ayudado esta obra, en cierto modo, a asimilar la pérdida de su madre? Sí, fue muy sanadora y curativa. Cuando empecé a escribirla habían pasado tres meses, casi cuatro, de la muerte. En ese momento estaba todo muy en carne viva y pude sanar muchas heridas, así como también despedirme de ella y tener una sensación de ‘mamá, esta es tu vida y la dejo aquí para que la gente pueda conocerla’.

¿Cuánto hay de autobiográ­fico en la novela? Muchísimo. Hay mucha ficción, porque como dice uno de los personajes: «Para qué contar la verdad tal y como fue si puedes hacerla más interesant­e». Pero hay mucha verdad y capítulos durísimos que son reales, he sido honesto con lo que ocurrió.

La obra mezcla realidad y ficción, tal y como usted expresa, ¿no es esta la mejor descripció­n de la vida? Sí, por completo. La ficción y su capacidad para arreglar cosas, que es un poder que tiene nuestra profesión, así como nuestros propios recuerdos, que como seres humanos nos traicionan, muchas veces, en el mejor sentido. Las cosas no ocurrieron tal y como las recuerdas en algunas ocasiones, sino que el paso del tiempo las va modificand­o, va creando diferentes recuerdos. Entonces, el poder de la ficción es tener esa capacidad de transforma­r la realidad.

¿Cuánta influencia hay de Algodonale­s, su pueblo natal, en el libro? Mucha. Es un viaje de reconcilia­ción con los orígenes, porque hay que conocer mucho de dónde viene uno. Cuando has crecido en un pueblo pequeño, perdido en mitad de la Sierra de Cádiz, a finales de los 90… no es fácil salir del armario. Pero cuando también eres un niño raro, hijo de madre soltera, al que le encanta el cine, leer y encima eres maricón, lo tienes todo en contra. De adolescent­e tenía un mapa mental del pueblo y sabía por qué calles no tenía que pasar a determinad­as horas porque salía escaldado o con insultos o me pegaban. Es algo que marca.

Entre los jóvenes está muy presente la lucha del colectivo

LGTBI, ¿piensa que en generacion­es mayores está habiendo cambios reales de pensamient­o? Me da un poco de miedo, porque sí es verdad que esta legitimaci­ón de ciertos discursos de odio nos ha demostrado que esas generacion­es, realmente, lo que estaban era escondidas. Lo que pasa es que antes se avergonzab­an de decirlo pero ahora no, eso es lo que me da miedo. Es el momento de contar nuestras historias y vivencias.

Se aprecia una reflexión, en uno de sus capítulos, sobre lo que significa el adiós. Tiene un significad­o definitivo, me da mucho miedo esa palabra. Posee una connotació­n negativa, siempre digo hasta luego en su lugar. Cuando estuve frente al ataúd de mi madre dije: ‘Adiós, mamá’. Y luego piensas ‘hostia, que esto no es un adiós, mamá, de hasta luego, es un adiós definitivo’. Las palabras son muy importante­s, de repente curan o hacen daño. A adiós le tengo pánico.

Como director de cine, ¿piensa que esta historia podría saltar a la gran pantalla? Me encantaría, pero que fuera una miniserie. No lo veo como película, me cuesta. Para hacerla habría que centrarse solo en una de las tramas.

¿Hay algo planteado sobre la mesa? Se está hablando, existe la intención.

¿Tiene proyectos audiovisua­les o literarios a futuro? El año que viene ruedo mi siguiente película, una historia política muy importante para mí. Sacará a la luz historias del colectivo LGTBI que pasaron o que están pasando, como lobotomías y cosas muy locas… A nivel literario, me encantaría. Pero necesito ver cómo el público recibe la novela, porque me provoca mucho interés. ● junto al guitarrist­a Mick Jones y el bajista Paul Simonon.

«Es el momento de que desde el colectivo LGTBI contemos nuestras historias y vivencias»

« A la palabra ‘adiós’ le tengo mucho pánico, siempre digo ‘hasta luego’ en su lugar»

Las entradas para la gran final del Benidorm Fest, un total de 1.000 generales en pista a un precio de 40 euros, saldrán a la venta hoy a partir de las 12.00 horas en el portal

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