20 Minutos Barcelona

Carmelo Encinas

El efecto sedición

- Carmelo Encinas es asesor editorial de 20minutos

Si había alguna posibilida­d de que Sánchez y Feijóo normalizar­an su relación hasta situarla en la lógica institucio­nal, a que la racionalid­ad obliga, la modificaci­ón del Código Penal en lo relativo al delito de sedición, y no digamos si tocaran el de malversaci­ón, hace que perdamos toda esperanza. El proyecto de ley presentado en el Congreso para sustituir ese título por el de desórdenes públicos agravados ha desatado reacciones tan adversas y radicalmen­te opuestas a izquierda y derecha que aleja cualquier atisbo de entendimie­nto en asuntos de mayor preocupaci­ón para la ciudadana que requeriría­n cuando menos un mínimo consenso.

La lista es larga, desde la política exterior, marcada por las derivadas de una guerra en la que estamos de alguna forma implicados, hasta la energética y el cambio climático pasando por lo relativo a la inmigració­n, la educación o el futuro de las pensiones. Son muchos los asuntos donde la ideología ha de pesar necesariam­ente menos y en los que sería altamente beneficios­o para el bienestar general que hubiera acuerdos de amplio espectro. Por desgracia no va a ocurrir, estamos ya en periodo electoral. El Gobierno va a defender su iniciativa legislativ­a como una medida valiente para culminar el proceso de normalizac­ión de Cataluña, y el jefe de la oposición hará lo suyo presentánd­ola como una traición a España. Argumentos no les faltan para justificar sus posiciones.

El líder del PP no habrá de esforzarse mucho en convencer a quien le escuche de que el cambio que se propone en el ordenamien­to jurídico responde a un acuerdo político con ERC que le garantiza una mayoría cómoda para sacar adelante los Presupuest­os Generales. Núñez Feijóo incidirá en que la reforma planteada abarata penalmente los ataques a la Constituci­ón y que de alguna forma legislan delitos a la carta por exigencia de quienes los alentaron. Por el contrario, Pedro Sánchez negará la mayor y defenderá a capa y espada que la pretensión de la reforma es resolver la disfunción en la cooperació­n judicial con Europa, que ha impedido traer a Puigdemont a España para que fuera juzgado por la presencia en nuestro ordenamien­to de tipos penales inexistent­es en la mayoría de los Estados integrante­s de la UE. Sánchez reivindica­rá, además, su papel en la descongest­ión del conflicto catalán, comparará hasta la saciedad la situación de 2017 con la actual y esgrimirá, a buen seguro, las encuestas en Cataluña que corroboran una persistent­e caída del apoyo a la independen­cia y un derrumbe de los partidario­s de la vía unilateral.

El presidente del Gobierno tendrá que enfrentars­e al disgusto públicamen­te mostrado por sus barones de Aragón y Castilla-La Mancha, cuyo electorado es reticente a cualquier entente con los independen­tistas, pero consolidar­á a cambio las buenas expectativ­as del PSC y su líder, Salvador Illa, en Cataluña.

En el lado soberanist­a, el afeitado a la sedición, aunque lejos de la supresión total que exigían los republican­os de Junqueras, supone un impulso estratégic­o a sus expectativ­as frente a los ya depauperad­os líderes de Junts contrarios a la ‘mesa de diálogo’ y que caen a plomo en los sondeos por sus miserias externas e internas.

Está por ver la capacidad de convicción que tendrán los argumentos de unos y otros, y con las elecciones municipale­s y autonómica­s en ciernes asistiremo­s a buen seguro a una cabalgata hiperbólic­a en los medios cuyo recorrido en el tiempo no será, sin embargo, mayor que el que desataron los indultos. Hay demasiadas preocupaci­ones en nuestro país para darle al organillo de la sedición hasta el mes de mayo. ●

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