20 Minutos Barcelona

Quería reavivar el El líder que no ‘procés’, pero lo ha convenció a las dejado en minoría dos almas de ERC

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Carles Puigdemont (Amer, 1962) es el símbolo del procés, quien, cuando era presiden- te de la Generalita­t, llevó a los catalanes a celebrar un referén- dum ilegal en 2017, quien declaró luego la independen­cia de Catalunya en el Parlament y hu- yó de España para evitar las consecuenc­ias jurídicas. Enton- ces se convirtió en diputado del Parlamento Europeo. Decidió presentars­e como candidato de Junts a las elecciones catalanas con la idea de seguir con aquel proceso. Ayer mejoró los resultados de 2021, pero no consiguió el sorpaso al candidato socialista gracias a lo que se había bautizado como ‘efecto Puigde- mont’. Espera la ley de amnistía para retornar a Catalunya. Antes de ser presidente de la Generalita­t, fue alcalde de Girona entre 2011 y 2016. Recuerda aquellos momentos con cariño, apoyándose por ejemplo en los éxitos del equipo de fútbol de la ciudad –que jugará Champions League por primera vez en su historia– para emitir el mensaje de que todo es posible.

Pere Aragonès (Pineda de Mar, 1982) decidió adelantar las elecciones al no prosperar los Presupuest­os de la Generalita­t. El movimiento no ha tenido el resultado esperado y ahora la dirección de su partido deberá decidir sobre su futuro, si él no dimite antes. Durante sus años como president, Aragonès ha defendido una Catalunya independie­nte, pero también ha destacado por su colaboraci­ón con el Gobierno de coalición progresist­a a escala estatal. Esa búsqueda de un punto de equilibrio, que tanto lo diferenció de Puigdemont, pudo ser su punto de despegue, pero no supo explotarlo, y se convirtió en su lastre. Por el lado independen­tista, a Aragonès le han reprochado sus pactos con Sánchez. Por el progresist­a, le han cuestionad­o una supuesta falta de gestión. Desde la no ampliación del aeropuerto de Barcelona al rechazo de obras hidráulica­s. Aragonès afronta ahora una última etapa, la de presidente en funciones con un partido a la baja.

Salvador Illa cosechó ayer los buenos resultados que Pedro Sánchez necesitaba para avalar su política de ‘concordia’ y la amnistía. Pero los pactos que necesita para ser investido presidente tienen contraindi­caciones. El PSC ‘fagocitó’ ayer en parte los 13 escaños perdidos por ERC, que se despeña de 33 a 20 diputados, pierde la presidenci­a del Govern y ve cómo Puigdemont rentabiliz­a su estrategia de enfrentami­ento. A esta formación herida, fracasada en su gestión en la Generalita­t y en el Congreso, tiene que pedir su apoyo Illa para sumar, con el apoyo de los Comunes, los 68 votos necesarios para ser president.

Un escenario complejo en el que Puigdemont reivindica sus 35 escaños y su segundo puesto en el Parlament para proponer un gobierno independen­tista. No dan los números, así que parece más un recordator­io a Sánchez y a ERC de que puede complicar las negociacio­nes... y la gobernabil­idad de España.

También repercute en clave nacional el ascenso del PP, que le devuelve a sus mejores marcas en la comunidad y apuntala sus resultados en las citas electorale­s de la era Feijóo. Así las cosas, y superado el riesgo de bloqueo por la mínima, a Illa le toca volcarse en la oportunida­d que le dan las urnas.

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