«ESTABA LLENO DE MENTIRAS E INSULTOS SOBRE MI MADRE»
Dos hijos de mujeres víctimas de la violencia machista relatan a 20minutos en primera persona cómo les robaron su infancia
Fernando López (nombre ficticio) habla de «boom» para referirse al momento en el que su vida y la de su familia dieron un vuelco. La violencia de género estuvo enquistada en su casa durante años y hasta 2017 no lograron desprenderse de ella. Él, como muchos otros hijos de mujeres maltratadas, es una víctima colateral a la que la violencia machista le arrebató parte de su infancia.
Con 21 años ha vivido situaciones que ningún niño debería vivir y todavía hoy debe mantener el anonimato para protegerse de su padre. Con todo, se expresa con la madurez y la entereza de una persona que ha conseguido, en la medida de lo posible, dejar atrás aquellos hechos. La atención psicológica que recibe mediante la entidad Quiero Creer ha sido clave para lograr esa estabilidad emocional.
No puede decir lo mismo Samuel Sebastian, quien no contó con ninguna ayuda profesional y cuyo proceso de superación duró décadas. Con 46 años, asegura que fue víctima de violencia vicaria cuando ni siquiera albergaba ese nombre. Durante años, su padre le utilizó como arma arrojadiza para herir y atacar a su madre, intoxicándole con mentiras y poniéndole en contra. No fue hasta pasado mucho tiempo cuando se dio cuenta de la manipulación y se enfrentó a él. Tenía 27 años y poco después su madre le confesó antes de morir el infierno que había padecido durante años.
«Mi madre recibía palizas y, de hecho, se separó de mi padre por ello. Pero yo era muy pequeño y recuerdo creerle más a él porque ella nunca quería hablar del tema», relata. «La violencia psicológica es la base de la violencia patriarcal que existe en millones de familias», asevera. «Yo he perdido parte de mi infancia real porque estaba lleno de mentiras e insultos sobre mi madre», lamenta.
El caso de Fernando es muy distinto. Hasta los 16 años presenció la violencia que su padre ejerció contra su madre y tuvo incluso que asumir roles que no le tocaban. «Mi reacción natural siempre ha sido intentar mediar o tratar de proteger a mis hermanos pequeños», explica. Ahora están todavía inmersos en pleitos y en un proceso en el que López tuvo que «congelar» su corazón para poder superar lo vivido y protegerse a sí mismo del miedo.
Samuel Sebastian ahora imparte charlas para sensibilizar sobre la extensión del daño de la violencia de género. Lo hace a través de la Fundación Alanna. Pese a que se ha avanzado, lamenta que no se contemple lo suficiente la reparación de los hijos de las víctimas. «Es necesario deconstruir tu mundo y y sanar las heridas de la mente requiere de un proceso largo y complicado en el cual es imprescindible un acompañamiento profesional», defiende. «Es muy importante que además le demos nombre a estas cosas, como la violencia vicaria, porque es la única forma de cambiarlas», concluye.
Según la psicóloga experta en violencia de género de la Comisión para la investigación de malos tratos a mujeres (Cimtm), Irina Núñez de Arenas, el trabajo con los niños es distinto al que se hace con las mujeres. El primer requisito es asegurarse de que las madres tienen su propia terapia. El segundo, que no estén conviviendo con el padre. Y en el tercer punto es donde reside uno de los mayores escollos. Los psicólogos especializados necesitan autorización de ambos progenitores para tratar al niño, pero ningún padre va a querer. Con la nueva ley de protección a la infancia, si hay algún caso abierto por violencia de género se suspenden las visitas y no hace falta el consentimiento del padre. «Pero en muchos casos hay mujeres que no denuncian por varios factores. Esos niños se quedan sin atención y es un drama», alerta.●