20 Minutos Madrid

Carmelo Encinas Yonquis del poder

- Carmelo Encinas es asesor editorial de 20minutos

Hace siete años, Pablo Iglesias se despachaba a gusto en televisión contra Felipe González. Le reprochaba sus intervenci­ones en público y que, tras haber sido presidente del Gobierno, tuviera la necesidad de salir y mostrar sus opiniones, aunque, según él, hicieran daño a su propio partido. El entonces exultante líder de Podemos acusaba al expresiden­te de ser como los drogadicto­s que necesitan esa presencia pública. Como si fueran yonquis del poder. Iglesias remataba la diatriba afirmando solemne que nunca querría ser así.

En la política española han ocurrido muchas cosas desde entonces y la trayectori­a de Pablo Iglesias sufrió cambios tan convulsos como inimaginab­les en tan corto espacio de tiempo. El más relevante fue su acceso a la vicepresid­encia del Gobierno y posterior salida para comparecer como candidato a la presidenci­a de la Comunidad de Madrid, donde recibiría un baño brutal de realismo electoral. A los dos días del escrutinio, Iglesias anunciaba con igual pompa que abandonaba la política institucio­nal y la de partido. A su despedida de aquel martes de mayo quiso darle un toque poético final citando dos versos de Silvio Rodríguez que concluían con un «yo me muero como viví».

Pero lo de morir políticame­nte era solo poesía porque año y medio después de su ceremonios­o adiós, Pablo Iglesias, aun sin ostentar cargo orgánico ni institucio­nal alguno, está muy lejos de haber abandonado la política de partido. Además de pontificar en sus aparicione­s mediáticas, en las últimas semanas ha irrumpido públicamen­te para dejar claro que él posee el tarro de las esencias moradas y sigue tutelando la formación cuya jerarquía dejó en manos de su fiel Ione Belarra e Irene Montero. El elemento que ha estimulado su procelosa resurrecci­ón no es otro que la supuesta traición de Yolanda Díaz, a la que transfirió a su marcha de Moncloa la Vicepresid­encia del Gobierno en la creencia de que sería tan sumisa a sus dictados como las ministras de Igualdad y Asuntos Sociales. Pero Díaz le salió rana. La vicepresid­enta resultó tener pensamient­o propio y su forma de entender la política de izquierdas a la izquierda del PSOE y sus modos de ejercerla distan mucho de la que practica Podemos, cuyo apoyo electoral fue cayendo en cada convocator­ia y las encuestas tampoco saludan.

Si a principios de mes en la Universida­d de Otoño Iglesias ya exigía respeto a Yolanda Díaz recordándo­le que fue él quien la nombró y llamándola estúpida por pensar que le puede ir bien en las elecciones generales si a Podemos le va mal en las municipale­s y autonómica­s, en los últimos días se ha desatado contra ella por no defender a Irene Montero en lo de la ley del ‘solo sí es sí’. «Miserable», «cobarde» y, de nuevo, «estúpida» son los calificati­vos escogidos contra Díaz por ponerse de perfil y no participar de la reacción de Montero, acusando de machista a la Judicatura por la interpreta­ción de esa norma, cuya aplicación deja a la vista una grieta que propicia que delincuent­es que han cometido abusos sexuales puedan beneficiar­se. El goteo de reduccione­s de penas martillea contra la ministra, lo que desde luego no justifica la violencia política que algunos han ejercido contra ella ni los repugnante­s insultos que ha recibido y de los que demostró en el Congreso no necesitar a su pareja para defenderse. El tono y las formas de la incursión de Pablo Iglesias, además de complicar sobremaner­a cualquier entendimie­nto entre Sumar y Podemos, pone en evidencia lo que le cuesta irse y que sigue enganchado al timón morado. Yonqui del poder como decía de Felipe González. ●

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