20 Minutos Madrid

Incoherenc­ia, madre de la ciencia

- Por Rebeca Marín Periodista y escritora

Ayer escuchaba en boca de una mujer que Yolanda Díaz vestía demasiado bien y estrenaba modelo cada semana, y esto, siendo una política de izquierdas, era una contradicc­ión. Supongo que lo coherente es que lleve ropa de mercadillo y jersey con pelotillas. El padre de un amigo tiene una bandera de España grande en el jardín, la puso para el Mundial, él es un señor de izquierdas, pero el tamaño de la tela bicolor hace que sea sospechoso.

El otro día hablaba con Carlos Sobera sobre hacer muchas cosas distintas y hacerlas bien, como presentar las campanadas y ser profesor de derecho o presentar las campanadas y hacer reportajes de las maras en Guatemala. Él había hecho lo primero y yo lo segundo, y a ambos se nos había criticado. Entonces añadió que los hombres y las mujeres orquesta en este país molestan porque no son coherentes. La coherencia, como el bronceado en verano, está sobrevalor­ada.

Y si no pregúntenl­e a Sabina que se ha vuelto de derechas porque dice que es lo coherente a su edad. Un señor más de noches que de días –500 frente a 19, nada menos– por lo menos esperaba que se pasase la coherencia por el forro del sombrero. Ni la derecha es sensatez ni la izquierda es intensidad y recadito todo el rato. Ayer me reí de un chiste sospechoso y dos horas después estaba leyendo a Susan Sontag. Ella sí es intensa y no Pablo Iglesias.

Hay antivacuna­s que se meten rayas en los baños y gente que pide chocolate con sacarina, pero son incoherenc­ias que les afectan solo a ellos. Por eso, cuando las contradicc­iones atañen al resto y tocan los derechos humanos son intolerabl­es. De ahí que nunca jalearé el Mundial de Qatar ni lincharé a una ministra porque el feminismo resulte molesto. ●

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