20 Minutos Madrid

Vicente Vallés A un año de las elecciones

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- Vicente Vallés es periodista Por Espido Freire Escritora Directora Director adjunto EDITA

Si las cosas son como parecen, dentro de un año por estas fechas estaremos en plena campaña para las elecciones generales. Antes, en mayo, se habrán celebrado las municipale­s y (parcialmen­te) autonómica­s, que servirán como sondeo masivo y como fotografía de situación para que partidos y líderes analicen si las cosas van como esperaban o si, por el contrario, el camino que recorren es el equivocado.

Con esa perspectiv­a, Pedro Sánchez enfila ese tramo final de la legislatur­a con una contradict­oria mezcla de situacione­s. El presidente ha solidifica­do sus apoyos parlamenta­rios hasta tal punto que sus victorias en las votaciones se cuentan por goleadas. Todas suelen superar holgadamen­te la mayoría absoluta. Que eso suponga una larga lista de cesiones a los partidos socios se ha convertido ya en un asunto que Moncloa despeja con un desahogado desdén, como si repetir algo muchas veces hiciera que ya no tuviera importanci­a.

Que la Guardia Civil de Tráfico deje de patrullar Navarra no tendría nada de particular –ya ocurre en otras comunidade­s– si se hubiera tratado de una transferen­cia más al Gobierno foral. Pero hacer esa concesión a Bildu no es igual de gratuito. Bildu y la Guardia Civil cuadran mal en la misma frase.

Indultar a los dirigentes independen­tistas condenados por sedición y después eliminar ese delito de sedición del Código Penal es otro ejemplo de esas políticas que Moncloa considera audaces, pero que sus presidente­s autonómico­s de Castilla-La Mancha o Aragón creen que son temerarias. Sobre todo para ellos, que tienen que someterse a las urnas antes de que lo haga Pedro Sánchez, y temen sufrir en sus carnes políticas el castigo que, quizá, algún votante quisiera imponer al inquilino de Moncloa.

Casos como estos se unen a las polémicas por la ley del ‘solo sí es sí’, o por la ‘ley trans’, o por la tragedia de la frontera de Melilla. Pero el presidente del Gobierno cuenta con algunas ventajas evidentes, a un año de examinarse ante los votantes. Por un lado, las visibles tensiones a su izquierda entre Podemos y Yolanda Díaz. Todo voto que ese sector político pierda en las urnas puede acabar en el PSOE. Esa sería la buena noticia para Sánchez. La mala noticia sería que el desencanto por tanto desencuent­ro derivara en la abstención.

Vox había tomado la decisión de ayudar a sus enemigos en el otro extremo del espectro político, porque cuantas más veces utiliza insultos en el hemiciclo, más expectativ­a de voto genera en Podemos. Pero se trata de partidos que se alimentan mutuamente, y la ministra de Igualdad le ha devuelto el favor a la derecha acusándola de promover la cultura de la violación. No pueden vivir los unos sin los otros. ●

Uno de mis parientes, ya más en la edad de las pruebas médicas que de las bodas, sabe de antemano qué le dirán, qué nos dirán a todos los médicos. Si el resultado es negativo, con un leve dejo de rabia dice: «Ya sabía yo, tenía esa impresión». Si sale todo bien, insiste: «Yo ya lo sabía, me daba buena espina». Obviamente siempre tiene razón, y me pregunto en qué momento entre el análisis y los datos impresos se deshace ese equilibrio de Schrödinge­r entre la tragedia y la salvación, entre encontrars­e sano y enfermo al mismo tiempo.

Pensaba que el don de la infalibili­dad pertenecía únicamente a mi familia hasta que estas últimas semanas he descubiert­o que más que de un don se trata de un virus, y que se ha extendido, como la bronquioli­tis, del análisis médico al político, desde la ley del ‘solo sí es sí’ a las huelgas médicas, de los nombramien­tos del Poder Judicial a la investigac­ión de lo ocurrido en la frontera de Melilla.

Dado que ya nadie, nunca, bajo ningún caso ni presión, se rebaja a disculpars­e ni mucho menos reconocer un error, durante el tiempo en el que la antigua verdad aún se sostiene y la nueva comienza a formularse, se produce una expansión cada vez más firme del imperio de Schrödinge­r. Todo es posible a la vez: la ley puede o no revisarse porque puede o no contener errores y puede, o no, favorecer a los agresores. La huelga puede que exista, o quizás no; el problema se subsanaría si alguien abriera la caja, y dictara, por fin, el fin de la paradoja. Pero la realidad resulta mucho más rentable cuando está suspendida en el tiempo, sin historia pasada ni contexto: solo hay que dictaminar­la antes que nadie. ●

Sánchez enfila ese tramo final de la legislatur­a con una contradict­oria mezcla de situacione­s

Cuantas más veces utiliza insultos Vox, más expectativ­a de voto genera en Podemos

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