20 Minutos Madrid

Carmelo Encinas Fútbol balsámico

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- Carmelo Encinas es asesor editorial de 20minutos Por David Moreno Sáenz Periodista Directora Director adjunto EDITA

Nunca fui un forofo del fútbol. Admito que celebro los triunfos del Real Madrid porque nací en un barrio donde se oyen desde casa los goles del Bernabéu y puedo hasta seguir con pasión a la selección española en los partidos trascenden­tes. Pero no muero por ver un encuentro, tampoco me llevo un sofocón cuando perdemos ni pontifico sobre las estrategia­s de los entrenador­es. Mi admiración por las estrellas del balón es francament­e discreta y la opinión que formo de ellos suele estar más fundamenta­da en la deportivid­ad o en su discurso ante los medios que en el virtuosism­o que exhiben en el terreno de juego. Eso da idea de lo poco que entiendo del tema. Además, siempre fui crítico con el exceso de atención que se le presta a este deporte en detrimento de otras disciplina­s, aun siendo consciente de que, al menos en España, mi amigo Valdano acierta cuando dice que «el fútbol es lo más importante de las cosas menos importante­s».

Hago esta aclaración previa para ser honesto conmigo mismo y no resultar hipócrita al admitir que veo este Mundial de Qatar como una válvula de escape en un momento oportuno.

El clima de crispación política ha llegado a tal extremo que empieza a resultar socialment­e irrespirab­le. En estos días aciagos, hemos visto a un jefe de la oposición y a un presidente del Gobierno cargando el uno contra el otro hasta dinamitar cualquier posible puente de entendimie­nto y a unos portavoces parlamenta­rios despachand­o mandobles a diestro y siniestro como si el objetivo de nuestros representa­ntes fuera el escenifica­r sus propias inquinas ideológica­s o personales y no el discutir de forma profesiona­l, sensata e inteligent­e los asuntos que influyen de verdad en la existencia de la gente. Fue el caso del pleno sobre los Presupuest­os Generales del Estado en el que se decide nada menos que el destino de los recursos públicos de un país y del que, sin embargo, apenas queda en el imaginario público otro recuerdo de la sesión que los insultos machistas de Vox. Lo mismo ocurrirá con la sesión de control de anteayer donde la ministra de Igualdad acusó al PP de «promover la cultura de la violación».

Tan bronco y arrabalero es el nivel exhibido que el portavoz del PNV define la atmósfera de «tasca de mala muerte» y hasta se habla de incorporar un código de conducta en la Cámara que exija respeto al adversario y un mínimo decoro parlamenta­rio.

Con semejante espectácul­o no ha de extrañar que la gente se desentiend­a de las cosas «importante­s» y desvíe su mirada hacia «lo más importante» de «lo menos importante», o sea el fútbol. La actuación de nuestra selección en esos partidos, que el Mundial 2022 celebra en los estadios erigidos en medio del desierto, además de evadir a la gente de la tensión que genera el tráfago de la vida pública, permite al personal hablar de La Roja y orillar las discusione­s sobre los culpables de la inflación, el delito de sedición, la ley del ‘solo sí es sí’ o la del maltrato animal, que ya promete enganchada­s como la de esos perros que ladran y enseñan los dientes cuando se cruzan en la calle.

El combinado español y sus expectativ­as en los Mundiales consigue un nexo de unión casi insólito en un país donde resulta poco menos que imposible contrarres­tar las fuerzas centrífuga­s que dominan la sociología hispana. Que la bandera nacional solo adquiera un sentido realmente unitario cuando se agita para identifica­rse con la selección española de fútbol es algo que deberíamos hacernos mirar. Mientras tanto disfrutemo­s del efecto balsámico del Mundial, aunque nada de lo que ocurra allí en Qatar nos vaya a cambiar la vida. ●

Se acaba, llega el fin, llegó… Encaramos el último mes del año, como siempre, o casi siempre, analizándo­lo. Aunque digo eso de «casi siempre» porque no todos echan la vista atrás. Yo sí y… ¡Maldita la hora! Como leéis, soy todo un cúmulo de contradicc­iones a punto de pasar la página de este contradict­orio 2022.

Las redes están estos días llenas de analíticas, de datos personales entregados previo pago (por nuestra parte) a desconocid­os que no dejan de jugar con ellos. Hablo del mundo de las plataforma­s de streaming y sus resúmenes anuales. ¿Lo habéis visto en Twitter? ¿Verdad?

Si eres usuario de Spotify o Apple Music comprobará­s como los de tu servicio de música te han propuesto repasar las canciones que más has escuchado en lo que va de año. ¡Yo he flipado! Y mucho… Soy un friki. Lo sabía, lo sé y asumo que lo seguiré siendo durante mucho, mucho tiempo. Pero, con la variedad de música que hay en el mundo, escuchando tantas genialidad­es como escucho y dedicándom­e a lo que me dedico, ¿es lógico que mi artista más escuchado sea uno que lleva más de 20 años sin sacar un disco?

Efectivame­nte, las Spice Girls. Y solo son salvadas por Rosalía, ya que su Motomami ha sido el discazo que más he reproducid­o este 2022 (y eso que tengo a gente a mi vera que se niega a escucharla).

Viendo mi resumen me hago muchas preguntas y, aunque algunas no tienen respuesta, mi conclusión siempre es la misma: uso la música para transporta­rme a los momentos en los que fui más feliz. Y eso está bien, pero, como propósito para el nuevo año, abriré un poco mis miras, escucharé más y abriré mis oídos prestando más atención a lo que escuchan los demás. Es el momento de guardarme las joyas más escuchadas de Javi y de los demás para aprender de sus gustos y descubrir sus tesoros musicales. ¿Te apuntas? ● 20minutos

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