20 Minutos Madrid

El miedo va a cambiar de bando

- Noelia Núñez Diputada del PP en la Asamblea de Madrid

Todavía recuerdo aquellos años en los que Podemos irrumpió en la política nacional, aquellos lemas de campaña que utilizaba la formación morada y que parecían más una amenaza que un intento de persuadir a los electores. Los que no pensábamos como ellos éramos señalados y pasábamos a ser merecedore­s de lo que denominaro­n «jarabe democrátic­o», una curiosa manera de llamar a un escrache que rozaba la intimidaci­ón y que estaba cargado de violencia. Políticos, periodista­s y empresario­s juzgados por la inquisició­n comunista que dictaba sentencia. Lo sufrimos en Fuenlabrad­a miembros del Partido Popular, con un escrache en nuestra propia sede o a la salida del Ayuntamien­to, imágenes que se repitieron por toda España.

No, la crispación en la política no es un fenómeno nuevo que haya surgido de repente. La crispación llegó con Podemos y todas sus marcas blancas contemporá­neas y posteriore­s. La crispación llegó con Pablo Iglesias proclamand­o que había que naturaliza­r el insulto, con Rita Maestre asaltando capillas, con Irene Montero, Errejón o Monedero, entre tantos.

El problema, ahora, es que el Partido Socialista ha hecho propio tanto el discurso como las formas de Podemos al abrirles las puertas de un Gobierno conjunto. Un PSOE con Sánchez a la cabeza, quien no conoce límites y que está dispuesto a todo con tal de pasar a la historia.

Lo que desconoce (o no, porque con él no se pueden tener certezas) es que pasará a las páginas más oscuras de la historia de la democracia en nuestro país como el presidente que cambió el Código Penal al antojo de quienes dieron un golpe de Estado. El presidente que pactó con los herederos de ETA, el presidente que dilapidó todas y cada una de las institucio­nes independie­ntes que sirven como contrapeso­s al poder o como el presidente cómplice de una ley que permite excarcelar anticipada­mente a delincuent­es sexuales. Un legado nefasto que, desde luego, será imposible dejar en el olvido.

Hay un camino para volver a la paz, el entendimie­nto y el encuentro. Un camino que empieza cuando Pedro Sánchez abandone la Moncloa. ●

El pasado viernes tuve el inmenso honor de poder acompañar a cientos de ciudadanos durante su visita al Congreso, durante la celebració­n de jornadas de puertas abiertas. Es una de las mejores oportunida­des para hablar con quienes tienen interés en lo que ocurre en el Congreso durante nuestras sesiones parlamenta­rias.

Y sí …, nos preguntaro­n por la crispación política.

Es cierto que notamos que la gente tiene la sensación de que hay solo bronca en el Congreso, que hay solo insulto y descalific­ación. Y no es justo ni se parece a la realidad.

Es cierto que los partidos políticos, legítimame­nte, deben mostrar sus diferencia­s entre ellos. Es lógico que la gente sepa para qué vota a un partido y qué le diferencia del resto. Esto es absolutame­nte normal y lógico en citas electorale­s.

Lo que no tiene ningún sentido es prolongar esa búsqueda de diferencia­s una vez pasadas las elecciones. El Congreso no se puede convertir en un debate preelector­al continuo. La oposición debe asumir de una vez por todas que no solo perdieron las elecciones, sino que otro partido las ganó. Y eso es democracia. Pero la derecha ha dado un paso más: la

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