El miedo va a cambiar de bando
Todavía recuerdo aquellos años en los que Podemos irrumpió en la política nacional, aquellos lemas de campaña que utilizaba la formación morada y que parecían más una amenaza que un intento de persuadir a los electores. Los que no pensábamos como ellos éramos señalados y pasábamos a ser merecedores de lo que denominaron «jarabe democrático», una curiosa manera de llamar a un escrache que rozaba la intimidación y que estaba cargado de violencia. Políticos, periodistas y empresarios juzgados por la inquisición comunista que dictaba sentencia. Lo sufrimos en Fuenlabrada miembros del Partido Popular, con un escrache en nuestra propia sede o a la salida del Ayuntamiento, imágenes que se repitieron por toda España.
No, la crispación en la política no es un fenómeno nuevo que haya surgido de repente. La crispación llegó con Podemos y todas sus marcas blancas contemporáneas y posteriores. La crispación llegó con Pablo Iglesias proclamando que había que naturalizar el insulto, con Rita Maestre asaltando capillas, con Irene Montero, Errejón o Monedero, entre tantos.
El problema, ahora, es que el Partido Socialista ha hecho propio tanto el discurso como las formas de Podemos al abrirles las puertas de un Gobierno conjunto. Un PSOE con Sánchez a la cabeza, quien no conoce límites y que está dispuesto a todo con tal de pasar a la historia.
Lo que desconoce (o no, porque con él no se pueden tener certezas) es que pasará a las páginas más oscuras de la historia de la democracia en nuestro país como el presidente que cambió el Código Penal al antojo de quienes dieron un golpe de Estado. El presidente que pactó con los herederos de ETA, el presidente que dilapidó todas y cada una de las instituciones independientes que sirven como contrapesos al poder o como el presidente cómplice de una ley que permite excarcelar anticipadamente a delincuentes sexuales. Un legado nefasto que, desde luego, será imposible dejar en el olvido.
Hay un camino para volver a la paz, el entendimiento y el encuentro. Un camino que empieza cuando Pedro Sánchez abandone la Moncloa. ●
El pasado viernes tuve el inmenso honor de poder acompañar a cientos de ciudadanos durante su visita al Congreso, durante la celebración de jornadas de puertas abiertas. Es una de las mejores oportunidades para hablar con quienes tienen interés en lo que ocurre en el Congreso durante nuestras sesiones parlamentarias.
Y sí …, nos preguntaron por la crispación política.
Es cierto que notamos que la gente tiene la sensación de que hay solo bronca en el Congreso, que hay solo insulto y descalificación. Y no es justo ni se parece a la realidad.
Es cierto que los partidos políticos, legítimamente, deben mostrar sus diferencias entre ellos. Es lógico que la gente sepa para qué vota a un partido y qué le diferencia del resto. Esto es absolutamente normal y lógico en citas electorales.
Lo que no tiene ningún sentido es prolongar esa búsqueda de diferencias una vez pasadas las elecciones. El Congreso no se puede convertir en un debate preelectoral continuo. La oposición debe asumir de una vez por todas que no solo perdieron las elecciones, sino que otro partido las ganó. Y eso es democracia. Pero la derecha ha dado un paso más: la