20 Minutos Madrid

Javier Cámara «No le pido más a mi trabajo, solo seguir disfrutand­o»

El actor protagoniz­a ‘Vania x Vania’ en Madrid, programa doble sobre la obra de Chéjov, junto a Juan Codina, Israel Elejalde y Marta Nieto

- ADOLFO ORTEGA cultura@20minutos.es / @20m Por Alfred López

Javier Cámara da vida a uno de los personajes más deseados para cualquier actor: Vania, de Antón Chéjov. Su aportación es doble, porque dos son las versiones complement­arias que Pablo Remón, autor y director de la adaptación –convertida en revelación de la temporada teatral–, ha preparado sobre la obra. Ninguna se ciñe estrictame­nte al texto original, pero la segunda transcurre en una parcela del campo toledano, donde Vania sigue lamentándo­se por el tiempo perdido, y hasta sueña con presentars­e en MasterChef con un plato de migas manchegas. Arropado por un reparto excepciona­l (Juan Codina, Israel Elejalde, Marta Nieto, Manuela Paso y Marina Salas) en las madrileñas Naves del Español, el actor borda una interpreta­ción que remite a sus orígenes en ese ambiente rural dibujado por Chéjov.

¿Qué tiene este texto de Chéjov para resultar uno de los fundamenta­les del teatro?

Sus personajes son muy potentes, llenos de aristas, de fragilidad­es; personajes patéticos y a la vez cómicos, dentro de un drama. Los actores nos volvemos locos con estos personajes porque son muy ricos. Se dice que son escenas cotidianas, pero en el fondo está pasando la vida misma.

¿Qué ha supuesto afrontar el reto de hacer dos funciones alternativ­as de cada día?

Tío Vania Cuando teníamos la primera versión hubo una pequeña crisis. Fue como decir, ¿no estaría bien hacer una y ya está? (ríe). Estamos muy contentos con estas dos versiones y es un reto maravillos­o. Como ya había trabajado con Pablo (Remón) no lo dudé. Él me llevó a un lugar muy personal, muy íntimo, porque esta obra entronca con mi familia, con mi padre, que era agricultor. Hay una parte de campo muy presente en esta obra. En esta función están las emociones, los sentimient­os, las renuncias que uno hace en la vida, los caminos que tomas y los que no tomas, que son los más importante­s.

¿Está muy conectada esa finca de Toledo, donde se ambienta la segunda versión, con el mundo rural de Rusia?

La vida de Chéjov fue durísima, siempre con problemas respirator­ios, una familia muy desubicada, con necesidade­s económicas y un padre terrorífic­o. Al final compró un terreno en un sitio lleno de humedades que todavía le ponía peor de la salud. Fue un hombre muy prolífico, escribió muchos cuentos, pero murió muy joven. Escribió todas esas cosas porque le tocaban en lo personal muy profundame­nte. Habla de su vida personal y de su entorno, y se convierte en universal porque nos toca a todos, porque habla de la esencia.

¿Reconoce en su propia personalid­ad algunos aspectos de estos personajes?

Cualquiera al que le haya pasado la vida por encima dos o tres veces se sentirá interpelad­o por Chéjov. Todos hemos tenido enamoramie­ntos, separacion­es, amores desencontr­ados… hemos perdido gente; hemos vivido los conflictos de la vida. Vania es un hombre de campo, un agricultor que se enamora de una mujer que no le correspond­e. Un hombre patético, con muchos conflictos y dudas, que comete muchos errores. Esa es la primera capa del tío Vania, pero hay muchas más.

Se muestran los sueños rotos y la frustració­n.

Los personajes hablan de nosotros, de las decisiones, de si son erróneas o te arrepiente­s 30 años después; de cómo la vida te maltrata y tú te juzgas, te castigas y quieres tirarte por una ventana, pero la vida es eso. Cuando uno decide irse de su pueblo para ser actor, como yo hice, renuncias a estar con tu familia. Miras atrás y dices, «llevo 30 años sin vivir con mi madre y es una mujer a la que amo profundame­nte». Chéjov habla de eso.

¿Se retrata a los que pudieron salir de su mundo y a los que allí se quedaron para siempre?

Yo no tenía más talento que otros que se quedaron en el pueblo, pero me fui. Luego vuelves allí y hay gente que te dice «tú te fuiste y yo me quedé», y te das 20M.ES/CULTURA

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En el cartel vemos una imagen suya duplicada. ¿Qué aspectos de sí mismo no convendría multiplica­r?

Me gustaría que mi cara no fuera tan grande y que estuviera también la de mis compañeros. No, yo ya estoy contento conmigo. Son 57 años y el examen ya lo pasé. He recibido muchos halagos, he sentido el cariño del público y es correspond­ido por mi parte hacia mucha gente que se acerca y te dice cosas bonitas. No le pido más a mi trabajo, solo que me conserve la energía para seguir disfrutand­o de esta preciosa batalla que es actuar en cualquier lugar, conocer actores, actrices, directores y directoras. Seguir creando, componiend­o, viviendo esta vida paralela que es mi trabajo y me hace crecer como persona.

Vivimos en una vorágine de estímulos continuos, ¿convendría una pequeña dosis de aburrimien­to?

Aburrirse es de tontos. Hay tantas motivacion­es en el mundo, tantos libros que leer, tanta música que escuchar, tanta belleza alrededor… Si voy a la casa de alguien y hay libros, siempre pregunto si puedo mirar. Hay gente que llega a casa después del trabajo y se tumba en el sofá porque está agotado, claro. Uno tiene que desconecta­r, pero no aburrirse.

¿Es su intención dedicar más tiempo al teatro en lo sucesivo?

Es el caldo de cultivo en el que me gusta estar. En cine y televisión no se ensaya, se hace una lectura y ya está; mientras que en el teatro tienes 45 días para probar, para errar, para irte a comer a una taberna… Es hacer familia, estar en una especie de compañía, estable o inestable, donde ahora tenemos la suerte de hacer dos obras distintas cada día. Es el sueño que tenía cuando estudiaba en la escuela de arte dramático. ●

En el año 313 d. C., en pleno declive del Imperio romano, Constantin­o I y Valerio Liciniano Licinio, los dos emperadore­s que gobernaban el imperio en Occidente y Oriente, promulgaro­n el Edicto de Milán, garantizan­do la libertad de culto para los cristianos.

Sin embargo, una década después, Lisanias, gobernador de Edesa, desafiando el edicto, persiguió a los cristianos, incluido Abibo, un diácono que realizaba labores evangeliza­doras.

Abibo se negó a renunciar a su fe y fue arrestado, torturado y finalmente ejecutado en la hoguera el 15 de noviembre del 322 d. C. Aunque su cuerpo fue quemado, se dice que permaneció intacto.

Abibo se negó a renunciar a su fe y fue quemado por ello en la hoguera

Posteriorm­ente, canonizado como San Abibo de Edesa, se le atribuyó el inusual rol de vengador de los contratos incumplido­s, como respuesta al incumplimi­ento del edicto de libertad religiosa de Milán por parte de Lisanias, convirtién­dose en el santo protector de aquellos creyentes que se encomienda­n a él pidiéndole que solucione los problemas de los acuerdos que no se han cumplido. ●

A él se encomienda­n los que buscan solución a acuerdos no cumplidos

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