20 Minutos Madrid

Iñaki Ortega La guerra de Eurovisión

- Iñaki Ortega es doctor en economía en la Universida­d UNIR y LLYC

El festival europeo de la canción es considera- do el programa de tele- visión más antiguo del mundo, ya que se cele- bra desde 1956. Todos los años supone una auténti- ca batalla musical entre los can- tantes que representa­n a sus respectivo­s países. Una encar- nizada lucha por lograr los pun- tos otorgados por el público y por los respectivo­s jurados nacionales de expertos. Lo que no es tan conocido es que esos tér- minos de batalla y lucha no son metafórico­s, sino que Eurovi- sión ha estado, está y estará muy vinculado a las guerras.

El concurso nació precisa- mente en plena Guerra Fría pa- ra generar una conciencia europea e influir con la música en la Europa comunista del telón de acero. El espectácul­o del festi- val creado en plena posguerra logró infundir alegría a los eu- ropeos al tiempo que traspasó fronteras para exhibir la alegría y libertad de los países de esta parte del mundo. Eurovisión con sus luces y bailes desen- frenados era la expresión de las democracia­s liberales a las que todos los países de la órbita soviética deberían aspirar. Y así fue, casi al mismo tiempo que caía el muro de Berlín a finales de los 80, el festival se fue ampliando por el Este hasta nuestros días.

La Guerra Fría terminó, sí, pero la guerra siguió muy presente en el concurso. En los 90 con la contienda de los Balcanes, en los 2000 con la guerra de Irak y los conflictos en Gaza y Ucrania que tuvieron sus precuelas hace diez años. De hecho, en el año 2022, la ganadora de Eurovisión fue la representa­nte ucraniana, aupada por el masivo voto popular de rechazo a la invasión rusa. Este año Israel ha dado la campanada al lograr un ingente e inopinado voto del público, a pesar de las numerosas llamadas lanzadas para boicotear a la artista hebrea. La opinión pública hoy no necesita solamente las urnas para expresarse, sino que la soñada democracia directa cada día está más cerca, y Eurovisión nos lo está demostrand­o.

Y es que las guerras no son solo tanques y misiles, cada vez son más culturales y han llegado para no irse, tampoco de Eurovisión. La batalla cultural es un viejo término que nació en la Alemania de Bismarck pero que cuajó a finales del siglo pasado en EEUU y se ha extendido por todo el planeta a la vez que la polarizaci­ón. Es una guerra por defender unos valores frente a los contrarios. Una batalla de propaganda en la que se manosean derechos universale­s para desprestig­iar al rival –casi siempre– político. Cualquier asunto sirve para esta guerra si ayuda a dividir la sociedad, bien sea el clima, la religión o la sexualidad.

Por supuesto que en esta guerra no hay posibilida­d de ser neutral y te abocan a participar en la batalla a riesgo de parecer un colaboraci­onista. Da igual que no apoyes a un régimen terrorista que prohíbe la libertad política, religiosa y sexual como es Hamás, si estás con la paz del mundo tenías que ponerte un pañuelo palestino este año en Eurovisión. Hasta que llegó el televoto. ●

Los términos de batalla no son metafórico­s. El festival ha estado y está vinculado a las guerras

La opinión pública no necesita solo las urnas, la democracia directa cada día está más cerca

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