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El presidente de Argentina, Javier Milei, no puede referirse a la mujer del presidente del Gobierno de España como lo ha hecho y debe disculparse por ello. No hay más. Milei debe pedir disculpas de igual modo que los ministros españoles que han insinuado que ingiere sustancias o que lo han pintado como el peor de los fascistas del orbe. No obliga la nobleza. Obliga la diplomacia.
Dicho esto, mejor ponerse las gafas de ver de lejos. La pelea de Pedro Sánchez y Javier Milei no es más que un ejercicio clásico de confrontación forzada que durará hasta que pasen las elecciones europeas. Como ocurrió el pasado año en las generales, el PSOE sabe que el mejor efecto movilizador de sus votos es el miedo a la ultraderecha, en la que el presidente mete a todo aquel que no le apoya. Y no hay nadie mejor que Javier Milei para ponerle rostro a ese temor a menos de un mes de que tengamos que ir a las urnas a votar a nuestros representantes en Bruselas y Estrasburgo.
Este azuzamiento constante del miedo a la ultraderecha tiene además otros dos ‘bienes colaterales’ para los intereses del Gobierno: 1.º) Funciona como elemento movilizador de Vox, que es lo que busca Sánchez para seguir aireando… el miedo a la ultraderecha. 2.º) Descoloca al PP, que se ve en medio de una batalla que no es la suya, pierde votos por su derecha y se ve incapacitado para llevar la razón última de la campaña donde quiere: a un nuevo plebiscito sobre Pedro Sánchez.
La estrategia es polarizadora... y eficaz. En campaña es clave dar en el clavo, hallar una razón para incitar al voto propio y desactivar el del contrario. Y Sánchez es un maestro en estas lides. Volvemos a la dicotomía de siempre. O yo o el mal. Un terreno en el que el presidente español se mueve mejor que nadie cada vez que se acerca una cita electoral. ●
–¿Me pone un café cortado? –To...tome. @El_Gripao
–Necesito mimos. –Solo nos quedan payasos. @ClintPiticlint