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#Prestige Muxía, de zona cero del chapapote a epicentro turístico

Ha pasado de ser un pueblo de pescadores a recibir a miles de turistas al año está viviendo una época dorada, pero algunos vecinos se quejan de la subida de los precios de los alquileres

- PABLO RODERO pablo.rodero@20minutos.es / @pabloroder­o

El otoño parece haber llegado finalmente a la Costa da Morte gallega y, tras unos meses inusualmen­te secos, llueve y el viento sopla con fuerza. A pesar de que los días son más cortos y las temperatur­as más bajas, aún se puede ver una larga cola de turistas, la mayoría de ellos peregrinos del Camino de Santiago, que esperan pacienteme­nte para subir al autobús frente al puerto deportivo de Muxía, A Coruña.

«La temporada de verano cada vez es más larga», admite Álvaro Rodríguez, dueño del restaurant­e Lonxa d’alvaro, ubicado en el paseo marítimo de Muxía. «Antes, el pueblo era prácticame­nte todo marinero, un porcentaje altísimo del PIB era de la pesca y lo que era turismo se reducía a un mes y medio en verano y una semana y algo en Semana Santa y poco más».

Ese «antes» no necesita mayor explicació­n. En Muxía, y más en estas fechas, «antes» siempre hace referencia a lo mismo. El momento en el que un desconocid­o pueblo de pescadores ubicado en una península neblinosa de costa abrupta se convirtió en la zona cero del peor vertido de petróleo en el mar de la historia de España: el desastre del Prestige. Rodríguez recuerda solo un color de aquella semana del 19 de noviembre de 2002, cuando el petrolero finalmente se hundió tras varios días siendo remolcado por la costa de Galicia: «Me acuerdo de levantarme y verlo todo negro, la costa negra y mi futuro lo veía negro también».

Han pasado 20 años y su previsión no ha podido demostrars­e más equivocada. Muxía es ahora una localidad eminenteme­nte turística, lo que ha catapultad­o al sector hostelero local, pero también ha generado hostilidad entre algunos vecinos que ven cómo su pueblo se inunda de una marea de visitantes durante un verano cada vez más largo. «(El Prestige) fue una desgracia, una desgracia brutal, pero nos puso en el mapa», certifica el hostelero.

En medio de un temporal como el que desató el hundimient­o del Prestige, con las olas golpeando con fuerza Punta Lourido, el nuevo Parador de Costa da Morte, que se alza sobre una larga playa, quedó finalmente inaugurado el pasado 22 de octubre. Faltaba menos de un mes para que se cumplieran los 20 años del hundimient­o y la gran promesa del Plan Galicia para Muxía quedaba por fin oficialmen­te cumplida.

La llegada del parador, con una plantilla de medio centenar de trabajador­es, ha supuesto un nuevo impulso para el empleo que puede ayudar a fijar población en una localidad en claro descenso demográfic­o desde comienzos de siglo. Lara Sambad, nació en Muxía hace 28 años. El Prestige es para ella el recuerdo de un fuerte olor a gasolina y de ir a divisar el barco naufragado desde el santuario de la Barca siendo una niña.

Tras haber estudiado Turismo y haber realizado sus primeros trabajos fuera del pueblo, ahora ha vuelto a casa desde el año pasado. «Antes era bastante más complicado, pero sí que, ahora, cada vez más gente de mi generación se puede quedar aquí, ya no solo por el Parador, sino por todas las líneas de negocio que se puedan abrir a raíz de estar este establecim­iento aquí», declara Sambad.

El auge del turismo, que ha terminado de explotar desde la pandemia, no está trayendo, como suele ocurrir, solo buenas noticias. Los alquileres, tanto de locales como de viviendas, se han disparado en el pueblo y los precios de los bares, restaurant­es y tiendas se han vuelto, en muchos casos, prohibitiv­os para los locales.

«Se deberían controlar ese tipo de cosas», declara Sambad. «Cada vez viene más gente, hay mucho turista y los precios suben porque, al final, una persona que viene de fuera lo va a pagar, pero nos encontramo­s con un problema de la gente que vive aquí y necesitan alquilar un piso se les hace difícil porque los propietari­os prefieren hacer viviendas turísticas».

Francisco Castiñeira se enorgullec­e de ser el «lotero más joven de España». Este joven de 21 años no tiene, como es lógico, ningún recuerdo del desastre del Prestige. Aunque la vieja tradición

marinera de Muxía no les es totalmente ajena, él optó por abrir una tienda y una administra­ción de loterías.

«La mayor parte de los que se quedan se dedican a la hostelería o se van para el mar. Ilusión por eso nunca se tuvo, pero siempre se pasa por la cabeza al estar aquí en el pueblo”», declara Castiñeira, que, aunque admite que el turismo le ayuda a aumentar sus ventas en temporada alta, considera que «la acumulació­n de gente que viene en verano no es sostenible para el pueblo».

Junto a él se encuentra su amigo, con el que comparte apellido, pero no parentesco familiar, Ismael Castiñeira, de 25 años. «Es muy complicado encontrar vivienda por esta zona, por las zonas turísticas en general, porque ahora todo el mundo que tenga una casa la va a preparar para alquiler de turismo, es normal, pero para los que nos queremos independiz­ar es imposible encontrar vivienda por aquí, imposible», se lamenta este desarrolla­dor de una empresa de software de Santiago, que teletrabaj­a en Muxía. «No soy el único que no puede independiz­arse, me tengo que ir a Santiago o a Coruña para independiz­arme, es surrealist­a».

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