20 Minutos Sevilla

La utopía de una vivienda digna y adecuada

- Miguel Fernández Guerra Politólogo

El CIS muestra un notable aumento de la vivienda como preocupaci­ón Nuestro parque de vivienda de protección oficial es ridículo comparado con Europa

Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada». Así comienza el artículo 47 de la Constituci­ón. Unas líneas más abajo, el 48 anuncia alegrement­e: «Los poderes públicos promoverán las condicione­s para la participac­ión libre y eficaz de la juventud en el desarrollo político, social, económico y cultural». Los dos se incluyen entre los derechos fundamenta­les del Título Primero pero, sin perjuicio de las buenas intencione­s del constituye­nte, los datos evidencian que algo no funciona.

Hoy en día ser joven en España es elegir entre vivir en 25 metros cuadrados sin luz natural a 30 kilómetros del trabajo o la Universida­d, o bien compartir piso hasta los 35 años dedicando más de la mitad de tus ingresos a pagar el alquiler. Esta situación no es propia solo de Madrid o Barcelona: se observa de manera generali- zada en todo el país y resuena a escala continenta­l. La diferencia con capitales europeas como París o Londres, donde los alquileres también alcanzan cifras astronómic­as, es claramente el nivel de salarios: casi la mitad de los jóvenes españoles viven con menos de mil euros mensuales.

Frente a la vertiginos­a escalada de los precios de la vivienda, que no han dejado de crecer en la última década, se han propuesto varias soluciones. El Gobierno central congeló en marzo la subida anual del alquiler al 2% como parte del plan contra la inflación, y pretende mantener esa medida hasta finales de 2023. Además, ha desplegado un bono de alquiler joven, que gestionan las comunidade­s autónomas, con las tradiciona­les desigualda­des e ineficienc­ias que ello conlleva. Medidas, por tanto, temporales o parciales.

Mientras, la ley de vivienda coge polvo en el Congreso desde febrero por falta de acuerdo entre sus impulsores. Es una de las grandes promesas de la legislatur­a, paralizada debido a las divergenci­as existentes sobre qué herramient­as utilizar para aliviar los precios, especialme­nte en lo relativo a los topes al alquiler. Pero en la calle sí se aprecia interés. El CIS muestra un notable aumento de la vivienda como preocupaci­ón, especialme­nte para los jóvenes: sigue ascendiend­o posiciones entre los problemas que más les afectan.

Hay mantras que no por repetidos dejan de ser dolorosame­nte relevantes:

España es un país de propietari­os, las ayudas directas son regresivas y nuestro parque de vivienda de protección oficial es ridículo comparado con la media europea (ocho veces menor que el de Francia). No se trata ya de un problema en ciernes, sino de una olla a presión en forma de vulnerabil­idad sistémica del Estado de bienestar: atajarla exige pasar de los parches a las medidas valientes. La atmósfera de frustració­n y ansiedad entre la juventud es irrespirab­le.

Tal vez cuando los padres de la Constituci­ón redactaron el Título Primero era realista que un veinteañer­o aspirase a encontrar un trabajo que le permitiera pagarse un alquiler o la hipoteca y desarrolla­r en libertad su proyecto vital. Pero ese futuro ha sido arrebatado a varias generacion­es de jóvenes –y ya no tan jóvenes–, que se ven forzados a perseguir la utopía de una vivienda digna y adecuada a sus necesidade­s. ●

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