Se veía venir
Se veía venir. A estas alturas de la soireé todos estábamos al cabo de la calle de que nadie estaría dispuesto a reconocer error alguno. Ni la ministra Irene Montero, cuya ignorancia ha desatado la reducción de penas impuestas a los violadores ya condenados porque cualquier nueva norma legal que las aliviara en adelante debería aplicárseles a ellos, conforme al principio de retroactividad que viene del derecho romano y algunos sostienen que del código de Hammurabi.
Por eso, adicta al sostenella
y no enmendalla procedió a descalificar en bloque a los jueces y magistrados de todo género y condición declarándoles fascistas. También desde el banco azul del Congreso de los Diputados se enfrentó a la bancada del grupo parlamentario popular para decirles que se inscriben en la cultura de la violación con la escandalera que puede imaginarse. Y la presidenta de la Cámara, Meritxell Batet, desbordada pero puntillosa con lo que deba recogerse o retirarse del Diario de Sesiones. Asunto que merecerá próximas reflexiones después de las necesarias consultas con el cuerpo de taquígrafos al que ya hemos acudido en consulta.
Antes, tuvimos la compare- cencia del ministro del Interior, Fernando GrandeMarlaska, al que todos sus compañeros dejaron solo en el banco azul, en un gesto de solidaridad que venía a declararle apestado. Su negativa, su «no es no» y «díganme qué parte del no siguen sin entender» tuvo momentos de insolencia, de engallamiento y de patetismo. Confirmaba a Marcel Proust cuando sostenía que hay convicciones que crean evidencias. Pero tampoco, porque no eran convicciones, era cerrilismo funcional porque cualquier cesión hubiera hecho que todo rodara en la peor dirección.
Asombraba verle, después de tantos desplantes como se ha pavoneado de hacerle a la Guardia Civil, presentarse ahora como su más ferviente valedor. Él, que garantizaba que nunca se retiraría a la Guardia Civil de Tráfico de las carreteras de Navarra, escuchando impasible cómo el presidente Pedro Sánchez respondía a un insignificante portavoz de un grupúsculo más o menos euskaldún argumentando que procedía a suprimir la presencia de esos agentes en cumplimien- to de la Constitución. Nos falta saber en base a qué artículo pero tampoco estaba el presidente para entrar en otros detalles que no fueran los de contrastar su comportamiento ejemplar con los daños ilimitados que desde Viriato ha causado a nuestro país la derecha y a su frente ahora Alberto Núñez Feijóo.
Pero lo mejor de la semana ha sido la conferencia leída del presidente de Aragón, Javier Lambán, que explicaba cuánto mejor le habría ido a España con Javier Fernández cuando se decidió la sucesión de Alfredo Pérez Rubalcaba en la Secretaría General del PSOE. La campanada ha sonado tan fuerte que horas después el campanero ha querido dar marcha atrás descalificándose a sí mismo. Pero sabemos de antiguo la mejor definición de noticia como «aquello que alguien está intentando que no se publique». Veremos. ●