MARAINI, TESTIGO DE LA HISTORIA Y MUJER CON VOZ PROPIA
La italiana es una de las pocas representantes vivas de su generación. Fue amiga de Fellini, Calvino o Pasolini
rotos, años rotos.
Los años
Desde la primera frase,
de Dacia Maraini (Fiesole, Italia, 1936) atrapa. Mucho ha cambiado desde su publicación en 1963, pero este libro, reeditado en España hace cinco años por Altamarea, sigue fascinando y burlando el tiempo. Narrado en primera persona, con esas escenas de sexo, ese deambular por la ciudad sin objetivo, esa precariedad laboral, esos encuentros con hombres que salen de la cama y se visten a la carrera siguen vigentes. Como lo siguen los recuerdos de su autora, memoria de una época.
Después de asistir a una inspiradora charla entre la novelista y las autoras españolas Marta Jiménez Serrano y Marta Barrio en la librería Antonio Machado de Madrid y comprobar el entusiasmo y la finura de Maraini, la entrevistamos.
«La vigencia de mis libros me agrada, porque significa que no están relacionados con la actualidad, sino con temas atemporales», reconoce todavía sorprendida por la publicación hace dos años en China de
La universalidad de
Los su obra, en las quinielas del Premio Nobel desde 2014, no es lo único que atrae de la también dramaturga, ensayista, poeta, cuentista y guionista. Su prosa límpida, altamente visual y humanista, hechiza. Fallecidas Natalia Ginzburg y Elsa Morante, Maraini es una de las pocas representantes vivas de su generación (y de la posterior, cuánto se echa de menos a Alda Merini y Oriana Fallaci). Testigo además de grandes capítulos de la historia y amiga de figuras mediáticas del siglo XX, como Fellini, Calvino o Pasolini.
Tanto su vida como su obra (ahí están los guiones de
de 1984, o 1978), son una inspiración para el feminismo. La activista experimentó la sororidad cuando fundó en los años 70 el Teatro della Maddalena, gestionado por mujeres: «Me di cuenta de que era parte de una comunidad femenina a la que no dividían celos, envidias ni rencores, como nos ha querido hacer creer el patriarcado».
En uno de sus últimos trabajos, Maraini reflexiona sobre la maternidad: cuando estaba embarazada de siete meses, perdió a su hijo, una tragedia sobre la que también han ahondado Piedad Bonnett, Joan Didion o Paula Bonet. «Es importante que las mujeres hablen en primera persona y muestren su talento», razona. «Por razones históricas, leemos más que ellos: mientras ellos viajaban, luchaban o conquistaban, nosotras nos quedamos en casa, reflexionando en silencio y desarrollando la capacidad de soñar y viajar en el tiempo y el espacio con la fantasía».
De ahí que, según Maraini, poco a poco se vayan publicando cada vez más libros escritos por mujeres. «Es un momento de vitalidad. La primera vez que entramos en las altas esferas de los negocios, en política, ciencia o deporte. Tal vez, por haber estado excluidas, ponemos más entusiasmo». Difícilmente se podría entender su literatura sin es mujer, mía,
Cuerpo feliz,
El futuro Yo soy
los dos años que pasó junto a su familia en un campo de concentración en Japón. «Me enseñó a amar la vida, a valorar la comida y a sobrevivir», nos cuenta. El hambre no se olvida. «Pero también conocí el deseo de resistir y de no ceder al miedo».
Nacida en una familia acomodada de la Toscana, hija de Topazia Alliata, una aristócrata pintora, galerista y comisaria de arte, terminó en Japón después de que a su padre, el prestigioso etnógrafo Fosco Maraini, le ofrecieran una plaza de profesor de Literatura Italiana en la Universidad de Kioto en 1938.
Maraini se negó a firmar la adhesión a la República de Saló fundada por Benito Mussolini y en 1943 los japoneses internaron a la familia –Fosco, su mujer y sus tres hijos– en Japón. «Mi padre se cortó un dedo porque conocía la cultura japonesa y sabía lo que significaban el
y el Quien se corta el dedo y se lo tira a un enemigo harakiri. yubikiri
le hace contraer una obligación: es un acto de valentía y nadie puede llamarlo vil. Lo hizo por sus hijos. Cuando exigía que nos dieran de comer, se lo negaban y lo llamaban traidor. Después de que se cortara el dedo, trajeron una cabra y nos alimentamos con su leche».
Roma, donde se mudó a los 19 años con su padre, supuso un revulsivo. Se introdujo en el periodismo y en el ambiente intelectual, conoció a Elsa Morante, Fellini o Pasolini, a quien no deja de defender. Por otro lado, Maraini nunca ha tenido pudor a la hora de hablar de su vida privada. De Alberto Moravia, con quien mantuvo una relación durante dos decenios, conserva un recuerdo hermoso; lo describe como «un hombre respetuoso hacia las mujeres». Por eso, dice, convivió con tres escritoras. Sobre si dos artistas por pareja son demasiados, la autora lo tiene claro: «El amor es ciego e inesperado». ●