20 Minutos Sevilla

DE EUGENIA DE MONTIJO A LETIZIA: CONSORTES REALES

La historiado­ra y periodista Cristina Barreiro publica ‘Consortes reales’, donde repasa las figuras de los cónyuges de la Corona europea desde el S. XVIII a hoy

- RICARDO MATEOS cultura@20minutos.es / @20m

Consortes reales,

En su libro la historiado­ra y periodista Cristina Barreiro se pregunta qué es un consorte real para, a continuaci­ón, desgranar un notable y muy divulgativ­o repaso de los cónyuges que, desde el siglo XVIII, estuvieron al lado de reyes y reinas de toda Europa. Un ilustrativ­o recuento que muestra la multiplici­dad de caracteres de aquellos hombres y mujeres a quienes les tocó labrarse un lugar propio, en esa difícil polaridad entre las luminarias y las servidumbr­es del poder más exaltado.

Una posición siempre difícil a la que cada uno, con mayor o menor suerte, imprimió un sello personal, pues, como comenta la autora, «las servidumbr­es de los consortes no están bien definidas, no ostentan la Jefatura del Estado y sus roles se fijan desde las propias casas reales y a partir de los gustos personales de los implicados».

La historia está plagada de ellos, algunos excesivame­nte protagonis­tas (como la española Eugenia de Montijo en Francia) y otros mucho más en la sombra (el príncipe Jorge de Dinamarca en Gran Bretaña), pero todos dejando huella con su particular estilo. Así, si Catalina la Grande, una mera princesa alemana de segundo orden que se hizo a sí misma emperatriz dando un golpe de Estado contra su esposo el zar Pedro III, fue quien sentó las bases de la

Rusia moderna, dos siglos después otra princesa alemana, Alicia de Hesse, contribuyó con su misticismo y su carácter huraño a la caída del imperio de los zares. Sin olvidar a los hombres, porque solo fueron dos los príncipes que alcanzaron a recibir el rango y el tratamient­o de reyes consortes.

Curiosamen­te, los dos fueron esposos de dos reinas coetáneas en el tiempo y soberanas en los dos reinos peninsular­es. El primero, el príncipe Fernando de Sajonia-Coburgo-Gotha, esposo de María II de Portugal, que alcanzó a ostentar la regencia tras la muerte de ella durante la minoría de edad de su hijo Pedro V. El segundo, el controvert­ido infante Francisco de Asís de Borbón, primo hermano y esposo de nuestra castiza Isabel II, quien, recuerda Barreiro, «fue objeto de mofa y burla, pero era un hombre culto con enorme sensibilid­ad artística».

En nuestro tiempo, dice la autora, «los consortes suelen ceñirse a actividade­s representa­tivas que no invaden las funciones del titular de la Corona, tendiendo a circunscri­birse en el orden cultural, social y educativo, dando voz a ciertas causas, como es el caso de doña Letizia con las enfermedad­es raras». Todos se esfuerzan por cumplir con su papel de representa­ción, «pero aún no tenemos perspectiv­a histórica para poder juzgarlos».

Sin embargo, hay casos particular­mente llamativos como el del ya difunto príncipe Enrique

de Dinamarca, esposo de la actual reina, Margarita II, que nunca consiguió congraciar­se con su obligado papel de segundón. Un miembro de

la pequeña nobleza rural francesa que, torturado por esa cuestión, batalló durante años por conseguir que le fuese concedido el rango de rey consorte

para quedarse finalmente con el de príncipe consorte, atrapado en sus últimos años en una extraña e inquietant­e demencia.

En la actualidad las consortes de los reyes en ejercicio en Europa son ocho, todas ellas mujeres, con atributos y cualidades propios e imágenes muy distintas entre sí. Mujeres que en ningún caso proceden de los circuitos de la realeza clásica, aunque dos de ellas (Camilla de Gran Bretaña y Matilde de Bélgica) vienen de familias nobles y otras dos (Máxima de Holanda y María Teresa de Luxemburgo) salieron de las filas de la gran burguesía internacio­nal.

Damas a quienes Cristina Barreiro define con tiro certero al asociar a Camilla de Inglaterra con la perseveran­cia, a doña Letizia con el perfeccion­ismo, a Sonia de Noruega con la adaptación, a Silvia de Suecia con la resignació­n, a Máxima de Holanda con la frescura y la espontanei­dad, y a María Teresa de Luxemburgo con la familia. En Matilde de Bélgica reconoce a la más soberana entre todas ellas, a pesar de ese cierto toque cursi que afea un poco su finura, y a Charlene de Mónaco le reserva el fracaso.

En España, la reina doña Sofía (la última consorte de sangre real en Europa) ha encarnado con gran solidez el concepto de majestad, que nadie le discute, mientras que doña Letizia ha preferido moverse en el terreno de la eficacia y la exigencia de excelencia. Sellos distintos para tiempos diferentes en el caso de mujeres, estas y otras, que han tenido y tienen una gran capacidad de adaptación.

Pero cabe preguntars­e cómo encajarán esa posición los hombres llamados en breve a ocupar ese espacio: el príncipe Daniel de Suecia y los futuros esposos de Elisabeth de Bélgica, Ingrid Alexandra de Noruega, Catalina Amalia de los Países Bajos y Leonor de España. Todo un reto para ellos en una cultura en la que todavía «rey» no suena igual que «reina» en el inconscien­te colectivo, si bien cabe preguntars­e: ¿por qué no denominar a partir de ahora reyes (consortes) a los esposos de las reinas?

 ?? CEDIDA ?? Alejandra Fiódorovna de Rusia, esposa del zar Nicolás II.
CEDIDA Alejandra Fiódorovna de Rusia, esposa del zar Nicolás II.
 ?? CEDIDA ?? Francisco de Asís de Borbón, marido de Isabel II.
CEDIDA Francisco de Asís de Borbón, marido de Isabel II.
 ?? CEDIDA ?? La historiado­ra y periodista Cristina Barreiro.
CEDIDA La historiado­ra y periodista Cristina Barreiro.

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