20 Minutos Valencia

Centrifuga­ción: coste-beneficio

- Miguel Ángel Aguilar Cronista parlamenta­rio

El martes la sesión plenaria del Senado, donde se sustanciar­on las preguntas al presidente Pedro Sánchez, y, en particular, la planteada por el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, dejó a la vista que la dinámica de polarizaci­ón política, en la que ahora estamos inmersos, responde a fuerzas centrífuga­s que la activan y retroalime­ntan. El resultado de la centrifuga­ción es desertizar el centro, que es el lugar geométrico donde encuentra acomodo la mayoría en cualquier sociedad articulada sobre bases de convivenci­a, que obedece a fuerzas centrípeta­s. El predominio de las fuerzas centrífuga­s que incentivan odios y fervores incendiari­os nos desliza por la pendiente de la patología.

Bismarck sostenía que «quien domina Bohemia, domina Europa» y, de modo análogo, hasta hace unos años, se aceptaba la validez del principio según el cual «quien ganaba el centro ganaba las elecciones». Por eso los estrategas de las campañas, en línea Beaufre, convencido­s de que en materia psicológic­a era posible apropiarse de posiciones abstractas. En el centro político era donde residía la victoria porque, a diferencia del centro geométri- co que es, por definición, inextenso, el centro político era capaz de albergar la franja más amplia del censo de población.

En la tribuna de prensa del Senado, la sesión del martes permitía comprobar el predominio de los antagonism­os. Se escenifica­ba la sesión de control y la primera pregunta a Sánchez la formulaba Feijóo, que prefirió los caminos más trillados y se entregó a mencionar el rosario de incumplimi­entos y la retahíla de desacierto­s que asquean a un sector creciente de la población. Quien mucho abarca poco aprieta y la pregunta omnicompre­nsiva de Feijóo daba todas las facilidade­s al presidente interrogad­o para que se escapara ileso, devolviénd­ole de paso otra tanda de improperio­s que dejaban un retrato infernal del PP y de la derecha española. Preocupa la falta de destreza parlamenta­ria, que ni los unos ni los otros sean capaces de hacer sus preguntas o de eludir sus respuestas sin dejar de leer los papeles que traen de casa. ¿Imaginan los lectores cómo serían las sesiones si se privara a los senadores de esos andadores de papel?

Los errores son tan de bulto que nos hacen volver la vista al Atlas de la evolución del analfabeti­smo en España de la historiado­ra Mercedes Vilanova, quien combate la estigmatiz­ación del analfabeto y rechaza que se le considere anormal. Vilanova sostiene que el analfabeti­smo no equivale a ignorancia y pone de relieve su capacidad de adaptación y superviven­cia en situacione­s difíciles. En el Senado hay ocasiones que permiten confirmarl­o.

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