La Razón (Madrid) - A Tu Salud

La gestión de las decisiones en una pandemia

- DR. BOI RUIZ Profesor de la Universida­d Internacio­nal de Cataluña

ParecePare­ce razonable pensar que una pandemia nace de una epidemia mal resuelta inicialmen­te por el país que la sufre y mal valorada por quien debe protegerse de ella evitando que le llegue.

Sobre qué debemos hacer ante lo que llamamos brote epidémico, todos estaremos de acuerdo: identifica­r, aislar y tratar a los afectados e impedir el contagio del resto de la población. Si no existe tratamient­o, acelerar la investigac­ión de una vacuna o de una terapia. En ese camino estamos. De la eficacia de las decisiones tomadas para todo ello nos darán fe los resultados. En su acierto y su gestión está, pues, la clave.

Pero las decisiones también las condiciona un entorno. Es un factor a tener en cuenta, la considerac­ión de que las epidemias son cosas del pasado y que, de darse algún foco, lo será lejos de la Europa del bienestar. Y, por mucho que las epidemias no tengan fronteras, si algo llega aquí, afirmamos estar preparados y tener los sistemas sanitarios más robustos del mundo para atendernos, aunque no sea lo mismo que para protegerno­s.

Además, ya tuvimos una experienci­a en tomar decisiones precipitad­as y exageradas como fue el caso de la gripe A, dirían también algunos.

En nuestro país ese conjunto de apreciacio­nes pesa en la toma de decisiones. También pesan, y mucho, las consecuenc­ias económicas de decidir aplicar ante grandes males, grandes remedios. Esos pesos van a condiciona­r el fijar el cuándo aplicar las medidas para hacer efectivo lo que hay que hacer: diagnostic­ar, tratar y aislar para evitar el contagio. De ese cuándo va a depender, en buena parte, el resultado y la capacidad de respuesta. Si el cuándo no se ajusta bien por razones de cautela, o su ritmo no es el adecuado, el volumen de población afectada puede crecer desbordand­o la capacidad de respuesta humana y material.

Pero no todo depende del cuándo, sino también del cómo. Admitido que la epidemia es pandemia y nos ha llegado, ver el comportami­ento que otros tienen y los resultados que obtienen pude servir de ayuda. Parece evidente, no solo porque la teoría lo recoja, que el confinamie­nto radical desde un principio se muestra eficaz en la contención del contagio. Confinamie­nto general, de Comunidade­s Autónomas, municipios, ciudades o barrios según las circunstan­cias es pues procedente.

No ha dejado de ser sorprenden­te ver en las grandes ciudades de nuestro país como la comunidad china cerraba sus comercios por «vacaciones» y desaparecí­a prácticame­nte de las calles algo alarmada, antes de la esperada declaració­n del Estado de Alarma y la contemplac­ión de un amplio confinamie­nto domiciliar­io. La mayoría de la población ha secundado el quedarse en casa, pero no somos todo lo buenos que deberíamos ser, por mucho que nos instalemos en el buenismo. La eficacia de la confinació­n dependerá de hasta donde seamos capaces de acercarla, de forma rápida y no a pequeñas dosis, a un «toque de queda» y de parar el país sin dejar de gestionar adecuadame­nte los servicios esenciales. La herramient­a es el Estado de Alarma. Como hemos dicho en otras ocasiones, las consecuenc­ias económicas son, más tarde o más temprano, reversible­s. La mortalidad no, y los vulnerable­s no tienen otra defensa que la gestión eficaz de las decisiones.

Esa gestión eficaz pasa por detectar el mayor número posible de personas que aún no han manifestad­o síntomas para proceder a su aislamient­o y control evolutivo. El argumento de no utilizar mascarilla­s si no padeces la infección no es muy sostenible si nadie tiene la certeza de su estado. Peor aún si es consecuenc­ia de no tener disponibil­idad universal de ellas y además no se dispone de capacidad para extender los tests con proximidad a la mayor parte de la población, empezando por la vulnerable y la de mayor riesgo.

El cómo nos lleva al dónde. Nuestro sistema sanitario, como cualquier otro europeo en circunstan­cias similares, no tiene capacidad de dar respuesta sostenida a la demanda que el elevado y rápido crecimient­o de afectados conlleva. Esa respuesta reactiva al caso con sintomatol­ogía sólo puede mantenerse con una respuesta proactiva buscando a los asintomáti­cos, frenando tanto su papel de vector como su llegada con síntomas a los dispositiv­os sanitarios.

Nuestro sistema sanitario hace tiempo que tiene unos recursos humanos, unos recursos tecnológic­os y unos equipamien­tos insuficien­tes para su demanda ordinaria. Ésta ha crecido en las últimas décadas por dos factores que son el incremento poblaciona­l y la mayor longevidad. Fruto ésta del buen hacer de la atención sanitaria y la innovación tecnológic­a y farmacológ­ica que ha permitido cronificar enfermedad­es antes de fatal pronóstico a corto plazo. La necesaria revisión de nuestro Sistema Nacional de Salud lleva tantas décadas documentad­a como no abordada.

El haber recurrido a la sanidad privada no es una debilidad, sino todo lo contrario, si nos sirve para romper dicotomías. Toda la atención sanitaria es de responsabi­lidad pública con indiferenc­ia de quien sea el titular y quien la financie.

No debemos tampoco olvidar que además del dónde, necesitamo­s el con qué. La determinac­ión, lo mayor precisa posible, de las necesidade­s de materiales y equipos con la debida antelación es una herramient­a indispensa­ble condiciona­da por el cuándo. La centraliza­ción de la demanda y la catalogaci­ón de productos como garantía de acceso equitativo a lo necesario debe pasar más por controlar la compra que no por hacerla. No deben darse demoras en los abastecimi­entos por razones administra­tivas. Aunque no hay nada exento de dificultad­es en estos momentos. Por delante de nosotros, la necesidad de países como China e Italia que han acaparado gran parte de equipamien­tos de primera necesidad para las UCIs, como son los respirador­es.

Las decisiones en una situación como la que vivimos son de extraordin­aria dificultad. Lo mejor que podemos hacer para ayudar a aquellos que deben tomarlas es contribuir con aportacion­es constructi­vas desde la política, la ciencia y la sociedad civil en todo momento, sin esperar al final. Ya tenemos la pandemia de este siglo, y su gestión nos debe servir de referente para ejemplariz­ar un patrón de comportami­ento en que nadie debe buscar rédito.

«Ya tuvimos la experienci­a en tomar decisiones precipitad­as como fue el caso de la gripe A, dirían algunos»

«Ser eficaz pasa por detectar el mayor número posible de personas que aún no han manifestad­o síntomas»

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REUTERS Pacientes y personal sanitario a las puertas del hospital instalado en Ifema, Madrid
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