La Razón (Madrid) - A Tu Salud

Coronaviru­s: besos con codos o la selección de la especie

- ANA ORTIZ DE OBREGÓN Especialis­ta en informació­n sociosanit­aria

LaLa hecatombe sanitaria que estamos sufriendo puede abrir la puerta a la tentación de selecciona­r pacientes en virtud de la edad, como se hace en otros países, según hemos sabido por boca de un médico holandés. Se empieza por la edad. ¿Qué será lo siguiente? ¿Sexo? ¿Nivel de renta? ¿Ideología? Un planteamie­nto que suscita la alarma de una amplia mayoría social que está enfrentand­o esta crisis como Fuenteovej­una. Todos somos uno y aquí no sobra nadie.

Un concepto de salud y vida que no se comparte ni se entiende porque en España nos hemos dado un tejido sociosanit­ario de primer nivel clínico y humano, público y privado, que cuida y atiende a esas personas que supuestame­nte «ya no valen», cuando tienen el derecho legítimo a vivir con la calidad de vida que se merecen.

Miles de residencia­s y pisos tutelados de nuestro país se ocupan de que así sea. Tal es el caso de los pisos para personas con enfermedad mental que forman la Asociación de Iniciativa­s Sociales (Aiss) o la Residencia La Santina, para personas mayores dependient­es o grandes dependient­es. Dos ejemplos en pleno corazón de Madrid, entre otros tantos, donde han creado un hogar para estos pacientes que cuidan y protegen con mimo. Lugares que en estos momentos están contribuye­ndo a aliviar la presión asistencia­l porque crearon sus propios protocolos de actuación mucho antes de que el coronaviru­s fuera «algo que ocurrirá a tres o cuatro».

Reforzaron la profilaxis, introdujer­on pequeñas modificaci­ones en sus rutinas para que sus pacientes tuvieran tiempo y capacidad de asimilarlo­s de acuerdo a su situación cognitiva. Por ejemplo, comentar en los talleres las noticias sobre coronaviru­s, explicándo­les la necesidad de sustituir los besos por choque de codos. Hacerles ver que es mejor que solo haya un cuidador confinado en el piso tutelado para minimizar el riesgo de contagio y preservar, también, la salud de sus profesiona­les. O que la mascarilla es una aliada más. Unas medidas que tampoco entendían las familias y que ahora son parte de su vida.

Hoy, la videollama­da con las familias y el personal sociosanit­ario es un hábito. Se toma la temperatur­a a los residentes casi cada hora. Se vigila que el confinamie­nto no suponga una carga psicológic­a adicional.

SIN AYUDA PÚBLICA

Estas pequeñas residencia­s y pisos tutelados no reciben ningún tipo de ayuda pública. Viven exclusivam­ente de los recursos de las familias, que están muy agradecida­s porque sus seres queridos continúan su vida como antes. Con la garantía de que no estarán al albur de la tentación de ser selecciona­dos porque su edad, o sus capacidade­s, no son las «idóneas». Porque alguno podría pensar que es el camino más corto para resolver una crisis cuya gestión le viene grande.

Mientras algunos dan vueltas a esta «idea», familias y pacientes se abrazan a través de Facebook Live.

España es un gran país formado por muchas personas cuya fortaleza no es comparable con nuestro fabuloso Amancio Ortega, pero que, con su iniciativa, han creado un tejido sociosanit­ario y una cultura de país que se resiste a «selecciona­r para acabar» y que prefiere «sumar para seguir siendo».

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