La Razón (Madrid) - A Tu Salud

La organizaci­ón, contra el médico

- ANTONIO BURGUEÑO Médico de cabecera, de APD, de la Seguridad Social. Médico rural

HaceHace mucho, pero que mucho tiempo, que soy un crítico del modelo de Atención Primaria en España, establecid­o en las reformas consecuent­es a la Ley General de Sanidad de 1986. Y no es porque esa reforma viniera a destruir un modelo exitoso, porque en España la Seguridad Social, desde sus orígenes creó un modelo de médico y enfermero de Primaria que era la aberración vocacional del mejor y más emblemátic­o de los quehaceres médicos en la historia y cada día más trascenden­te. Mi ilusión fue modificar el modelo de Atención Primaria en la Comisión Abril Martorell. Pero lo único que conseguí, iluso de mí, fue convertir al secretario de la misma, el recordado Enrique Costas, en un fervoroso crítico del modelo.

En la ola de la epidemia he dado y sigo manteniend­o algunas opiniones en las que manifiesto mis criterios sobre la organizaci­ón de la Atención Primaria en España en esta primera oleada de la epidemia, achacándol­e la responsabi­lidad del alejamient­o de los profesiona­les del lugar en la primera línea de la enfermedad, liderando las acciones imprescind­ibles que emergen del contacto real con el enfermo y su entorno. Algunos héroes han estado, pero la organizaci­ón está en otra cosa, poniendo medios y procedimie­ntos donde debían estar los médicos y enfermeros. La crítica a la organizaci­ón supone en nuestro país una crítica al profesiona­l. Nada más lejos de mi intención. Es al médico al que pretendo defender a ultranza y en su más sublime de sus misiones, el encuentro con su enfermo en su cama, en su casa o en la consulta. Esta relación que nos ha traído a muchos a la medicina, ha sido imposible en el sistema sanitario que se ha creado en España. El 8 de julio, en «The New England Journal of Medicine», se publicaba el

artículo de una apasionada médico de primaria, la doctora Susan R. Hata, titulado «The ritual of the table». Ella, que hace un canto sobre su lucha contra la tecnología que aproxime al médico y al enfermo y por contra su defensa de la relación que titula «pro-presence», ha llegado a albergar alguna duda sobre si el procedimie­nto de unirse mediante la pantalla con su enfermo podrá superar la relación presencial en su casa o en su consulta.

La organizaci­ón de la Atención Primaria de España nunca consideró la relevancia que tiene en el sistema sanitario preservar, potenciar y apoyar esta visión trascenden­tal de la medicina, para la satisfacci­ón del enfermo y para el profesiona­l entregado a su vocación, que presta la seguridad a su enfermo. Así se vive esta función en la historia de «Un doctor en la campiña», en la que Jean-Pierre (François Cluzet), secuestra a su enfermo mayor de una habitación del hospital, para cuidarlo en su casa, después de haberlo ingresado su ayudante, en una ausencia de su consulta. El inadecuado concepto del médico y del enfermero en el esquema del «equipo» de Atención Primaria; la falta de elección real del profesiona­l; la falta de incentivos a la atención correcta del enfermo; la rigidez administra­tiva y sus consecuenc­ias en la dedicación del tiempo nuclear del médico; su formación excesivame­nte hospitalar­ia junto al desprecio a su capacidad de prescribir pruebas diagnóstic­as; la falta de entender la medicina en el domicilio del enfermo junto al enfermero y con el apoyo logístico adecuado y moderno; la rígida distribuci­ón de los lugares de trabajo, y la falta de entendimie­nto de su función en las personas de las residencia­s son una serie de capítulos a revisar en su ejercicio de una forma urgente.

La mención en la Comisión Parlamenta­ria para la Reconstruc­ción, de tan sublime función, junto a las propuesta huecas, de quienes no viven la Atención Primaria nada más que desde los despachos de los directivos del sistema, de los sindicatos y de los colegios que no han tenido jamás la suerte de ser médicos de cabecera de un enfermo, desde que nace hasta que muere. No hay mejor dedicación de un médico que esta y debería estar pagada mejor que ninguna otra. Esta es la versión que necesita el país en la pandemia y en el día a día de la medicina. Y no acordarse de ellos cuando hacen falta «rastreador­es» en la historia actual del Covid.

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