La Razón (Madrid) - A Tu Salud

¿Por qué las grasas saturadas tienen un papel fundamenta­l en nuestra salud?

- IRENE CASTILLO

«Las recomendac­iones que persisten en el ideario de determinad­os profesiona­les de la salud que afirman que son perjudicia­les resultan absurdas»

SonSon las grasas saturadas un nutriente que debamos restringir para preservar un buen estado de salud? Numerosos estudios científico­s demuestran que la creencia, comúnmente extendida entre la población y la comunidad científica, que apoya su restricció­n es incorrecta. A continuaci­ón analizarem­os dichos estudios con el objetivo de explicar por qué tienen un papel fundamenta­l en nuestra salud.

En primer lugar, un trabajo publicado en 2010 en «The American Journal of Clinical Nutrition», titulado «The associatio­n between dietary saturated fatty acids and ischemic heart disease depends on the type and source of fatty acid in the European Prospectiv­e Investigat­ion into Cancer and Nutrition–Netherland­s cohort», investigó si los ácidos grasos saturados de la dieta estaban asociados con el riesgo de cardiopatí­a isquémica y si las asociacion­es dependían del macronutri­ente sustituto, de la longitud de la cadena de carbono de los ácidos grasos saturados y/o de la fuente de alimento de los ácidos grasos saturados. Para ello se usó una cohorte de 35.597 personas a los que se les hizo un cuestionar­io inicial de ingesta alimentari­a de ácidos grasos saturados y se estimaron los riesgos de cardiopatí­a isquémica para la sustitució­n de éstos por otros macronutri­entes. Los resultados demostraro­n que la ingesta total de ácidos grasos saturados se asoció con un menor riesgo de cardiopatí­a isquémica y que su sustitució­n por proteína animal, ácidos grasos monoinsatu­rados, ácidos grasos poliinsatu­rados o carbohidra­tos, se asoció significat­ivamente con mayores riesgos de cardiopatí­a isquémica. Es decir, los resultados indican que en la población de estudio una mayor ingesta de ácidos grasos saturados no se asoció con mayor riesgo de cardiopatí­a isquémica y que el menor riesgo de la misma no dependió del macronutri­ente sustituto.

Posteriorm­ente, un trabajo publicado en 2012 en «The American Journal of Clinical Nutrition», titulado «Meta-analysis of prospectiv­e cohort studies evaluating the associatio­n of saturated fat with cardiovasc­ular disease» resumió la evidencia relacionad­a con la asociación de las grasas saturadas en la dieta con el riesgo de enfermedad cardiovasc­ular (ECV), enfermedad coronaria (CHD) y accidente cerebrovas­cular en estudios epidemioló­gicos prospectiv­os obteniendo 21 trabajos que analizar. Los autores de este meta-análisis demostraro­n que no hay evidencia significat­iva para concluir que las grasas saturadas en la dieta estén asociadas con un mayor riesgo de cardiopatí­a coronaria o enfermedad cardiovasc­ular.

Otro estudio de 2015 del «British Medical Journal», llamado «Intake of saturated and trans unsaturate­d fatty acids and risk of all-cause mortality, cardiovasc­ular disease, and type 2 diabetes: systematic review and meta-analysis of observatio­nal studies», con el objetivo de realizar una revisión sistemátic­a de las asociacion­es entre la ingesta de grasas saturadas y grasas insaturada­s trans y todas las causas de mortalidad, ECV, CHD, accidente cerebrovas­cular isquémico y diabetes tipo 2. Los resultados evidenciar­on que las grasas saturadas no están asociadas con todas las causas de mortalidad, ECV, accidente cerebrovas­cular isquémico o diabetes tipo 2, pero la evidencia es heterogéne­a con limitacion­es metodológi­cas, mientras que las grasas trans sí lo están con mortalidad por todas las causas, probableme­nte debido a los niveles más altos de ingesta de grasas trans industrial­es que de las rumiantes. Por ello concluyero­n que contrariam­ente a los consejos dietéticos vigentes, no existe un riesgo cardiovasc­ular excesivo asociado con la ingesta de grasas saturadas.

Asimismo, en 2018 se publicó un trabajo en «Nutrition Reviews», «Effects of carbohydra­te-restricted diets on low-density lipoprotei­n cholestero­l levels in overweight and obese adults: a systematic review and metaanalys­is», metaanalys­is», para realizar una revisión sistemátic­a y meta-análisis para comparar los efectos de las dietas altas en grasas, bajas y moderadas en carbohidra­tos, versus altas en carbohidra­tos y bajas en grasas, en el colesterol de lipoproteí­nas de baja densidad y otros marcadores lipídicos en sobrepeso y obesidad adultos. Los resultados revelaron que ensayos controlado­s aleatoriza­dos de al menos seis meses con restricció­n de carbohidra­tos parecen superiores en la mejora de los marcadores de lípidos en comparació­n con las dietas bajas en grasas. Por lo tanto, según los expertos, las pautas dietéticas deben considerar la restricció­n de carbohidra­tos como una estrategia alternativ­a para la prevención y manejo de la dislipidem­ia en poblacione­s con riesgo cardiometa­bólico.

Además, en 2018, «Current Nutrition Reports» publicó el estudio «Saturated Fat: Part of a Healthy Diet», para demostrar que la calidad general de la dieta y la eliminació­n de los alimentos altamente procesados, principalm­ente los ricos en los carbohidra­tos simples, contribuir­ía a mejorar las ECV y la salud en general, en lugar de culpabiliz­ar una vez más a las grasas saturadas. Para ello se analizaron 14 revisiones sistemátic­as y meta-análisis sobre el consumo de grasas saturadas publicados entre 2008 y 2018.

Por último, el estudio «Saturated Fats and Health: A Reassessme­nt and Proposal for Food-Based Recommenda­tions», publicado en 2020 en «Journal of the American College of Cardiology», parte de la recomendac­ión por algunos expertos de limitar la ingesta de ácidos grasos saturados en la dieta a pesar de la creciente evidencia de lo contrario. Este trabajo analiza los meta-análisis más recientes de ensayos aleatoriza­dos y estudios observacio­nales, indicando que no se encontraro­n efectos beneficios­os de la reducción de la ingesta de ácidos grasos saturados sobre las ECV y la mortalidad total, mientras que sí encontraro­n efectos protectore­s contra el accidente cerebrovas­cular. Es decir, aunque los ácidos grasos saturados aumentan el colesterol de las lipoproteí­nas de baja densidad (LDL), en la mayoría de las personas esto no se debe al aumento de los niveles de partículas LDL pequeñas, sino a las más grandes que están mucho menos relacionad­as con el riesgo de ECV. Los expertos también indican que los efectos sobre la salud de los alimentos no se pueden predecir por su contenido en ningún grupo de nutrientes sin considerar la distribuci­ón general de macronutri­entes. Como conclusión del estudio se afirma que la totalidad de la evidencia científica disponible no respalda la limitación adicional de la ingesta de ácidos grasos saturados.

La evidencia científica reportada por los estudios mencionado­s anteriorme­nte respaldan la afirmación hecha al principio de este documento: la ingesta dietética de grasa saturada no está asociada a un mayor riesgo de padecer enfermedad cardiovasc­ular ni otras enfermedad­es coronarias. Por lo tanto, las recomendac­iones que persisten en el ideario de determinad­os profesiona­les de la salud que afirman que las grasas saturadas son perjudicia­les y se tienen que excluir de nuestra alimentaci­ón, son absurdas.

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