La Razón (Madrid) - A Tu Salud
SENSATEZ FARMACOLÓGICA
HayHay quienes piensan que con Franco vivíamos mejor y quienes opinan lo contrario. Yo no voy a meterme en ese zarzal, pero sí me atrevo a decir, con conocimiento de causa, que la España de Franco, en lo relativo a las farmacias y a la farmacopea que en ellas se despacha, era algo parecido a Jauja. Sus usuarios podían adquirir en ellas casi cualquier cosa sin necesidad de presentar receta. Eran muy pocos los productos que la requerían. Los farmacéuticos trataban a su clientela con el respeto debido a ese humanísimo derecho, hoy en desuso, que se llama libre albedrío. Ahora todo está sujeto a trágalas restrictivos que desalientan cualquier tentativa de prudente automedicación. ¿De verdad tengo yo que acudir a un centro de Atención Primaria o que pedir hora a mi médico para comprar paracetamol, pongo por caso, o cualquier otro fármaco que siempre han sido de libre circulación? El prohibicionismo farmacológico no se limita sólo al ámbito de las apotecas, sino que se extiende a todos los rincones de la sociedad. Si estoy, por ejemplo, en un hotel y me duele la cabeza, vana será la tentativa de pedir en recepción que me suministren una Aspirina. Me dirán que no pueden si un facultativo no lo autoriza. El ejemplo es de escasa relevancia, pero deja de serlo cuando se extiende a otros ámbitos. Al de las vacunas, por ejemplo. Se nos echa encima la gripe, menudean las advertencias de las autoridades sanitarias conminándonos a ponérnoslas, sobre todo si nuestra edad es ya provecta y, a la vez, nos prohíben adquirirla, previo pago, en cualquier farmacia si no tenemos receta y, caso de que la tengamos, nos impiden pedir al farmacéutico que nos la ponga. Nuestro interlocutor, atribulado, argüirá que eso sólo puede hacerlo un practicante, ya que él no tiene, por así decir, licencia de armas. Lo de la vacuna contra la gripe es grave, pero mucho más será cuando la del coronavirus llegue, el lío morrocotudo que se va a armar. El gobierno ha comprado con antelación no sé cuántos millones de dosis y se encargará de su distribución y de su aplicación. Yo, desde luego, así las cosas, no me vacunaré, y no será por falta de ganas ni por negacionismo, sino por mi incapacidad para resolver semejante charada. Perdonen que lo diga y Dios me proteja por decirlo, pero con Franco las farmacias funcionaban mejor.