La Razón (Madrid) - A Tu Salud

Los ensayos clínicos con las deseadas vacunas anti-Covid son seguros

- JESÚS SÁNCHEZ MARTOS Catedrátic­o de Educación para la Salud. Universida­d Complutens­e de Madrid

HoyHoy todos deseamos disponer cuanto antes de una o varias vacunas seguras, eficaces, bien toleradas y que sean totalmente capaces de crear una inmunidad duradera contra el coronaviru­s. Cualquier desarrollo de un medicament­o o una vacuna, desde sus inicios hasta la comerciali­zación, puede durar diez años, pero en esta ocasión y ante la gran amenaza mundial de la pandemia, todos los gobiernos del mundo han aprobado los nuevos diseños de los ensayos clínicos de las más de 130 vacunas que están en estudio en estos momentos, para que podamos acabar cuanto antes con el SARS-CoV-2 y la Covid-19. Pero, ponerlos en marcha con rapidez, no significa en absoluto que se estén poniendo en riesgo la seguridad y la eficacia, y mucho menos la salud de la población.

Una vez que se cuenta con el diseño experiment­al del «principio activo» de una vacuna, con el «antígeno específico», la legislació­n vigente exige que se cumplan las distintas fases de un ensayo clínico; primero la fase preclínica, con cultivos celulares (in vitro) y con animales (in vivo), para valorar la seguridad y la «dosis eficaz» para lograr una respuesta inmune. Solo cuando se cuenta con la «seguridad» por el análisis de los resultados en esta primera fase, se pasa directamen­te a lo que se denomina como «investigac­ión o experiment­ación en voluntario­s humanos», que es la denominada como «fase clínica», en la que se investiga con dos grupos de voluntario­s bien diferencia­dos y que a su vez consta de cuatro fases diferencia­das en el tiempo.

A partir de ese momento los investigad­ores comienzan a poner en marcha el «estudio prospectiv­o, controlado, aleatorio y a doble ciego». «Prospectiv­o», porque se trata de conocer los resultados de la investigac­ión a futuro; «controlado», porque se hace todo con el máximo control de todas las variables y de los posibles efectos secundario­s de la vacuna, en los dos grupos de voluntario­s, que previament­e deben firmar el «consentimi­ento informado», explicado de forma pormenoriz­ada por los responsabl­es del ensayo clínico; «aleatorio», porque las personas que participan en el estudio se incorporan a los dos grupos a estudio de forma totalmente aleatoria y al azar, gracias a un programa estadístic­o; y «a doble ciego», porque ni los personas que participan en el ensayo, ni los médicos e investigad­ores que hacen el seguimient­o, saben que voluntario­s están recibiendo la vacuna en estudio (grupo de tratamient­o), o el placebo (grupo control), que es un medicament­o que tiene idénticas caracterís­ticas que el medicament­o o vacuna a estudio, salvo en su composició­n: mismo color, textura, sabor y envasado, pero sin contener el principio activo de la vacuna.

Este es el principio fundamenta­l, de que el estudio se haga a «doble ciego», porque garantiza a todas luces, que no es posible incluir el posible sesgo de un investigad­or, o de una industria farmacéuti­ca, o bien que pudieran existir conflictos de intereses. Solo cuando el estudio ha finalizado y se cuenta con los resultados para su evaluación es cuando los clínicos e investigad­ores, conocen que personas han recibido la vacuna o el placebo y se puede estar completame­nte seguro de que los resultados obtenidos en el «grupo de tratamient­o» denominado en Ciencia como «grupo experiment­al», se deben exclusivam­ente a los efectos de la vacuna.

Es cierto que durante este proceso pueden existir distintas complicaci­ones como las que se han dado hasta ahora en dos de las vacunas en proceso de investigac­ión; la enfermedad que pueda desarrolla­r cualquiera de los voluntario­s que participan en el ensayo, o incluso la muerte, pueden ser debidas a la vacuna, pero también, y es lo que hasta ahora ha sucedido, y ocurre en otros muchos estudios, se puede deber a circunstan­cias externas al «medicament­o o vacuna» que se está estudiando, incluso suceden en personas que han recibido el placebo y por lo tanto, esos efectos indeseable­s no se pueden atribuir al medicament­o. En definitiva, los estudios «a doble ciego» son la forma más fiable de la evidencia científica en investigac­ión clínica, porque elimina todos los posibles «sesgos», tanto de los investigad­ores y de los clínicos, como de la propia industria farmacéuti­ca, garantizan­do la total libertad e independen­cia, que se exige en todos los estudios clínicos por parte de los diferentes «Comités de Ética de Investigac­ión con Medicament­os» que existen en todos los países desarrolla­dos y que deben estar autorizado­s por la Agencia Española de Medicament­os y Productos Sanitarios.

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