La Razón (Madrid) - A Tu Salud

José convive con insuficien­cia cardíaca desde que sufrió un infarto

José convive con esta patología coronaria tras sufrir un infarto hace siete años, «pero es un regalo tener una segunda oportunida­d», confiesa

- RAQUEL BONILLA

Si hay una lección que nos está dando la Covid-19 es que la vida puede dar un giro de 180 grados en cualquier momento. Y no hace falta que llegue una pandemia de dimensione­s planetaria­s para que así sea. Eso bien lo sabe José Puga Puig, cuyo devenir cambió hace ahora siete años, cuando a los 67 sufrió un infarto severo que truncó sus «relajados» planes de jubilado. Desde entonces convive con la insuficien­cia cardíaca, «una enfermedad prevalente que suele ser una secuela común del infarto que causa con pérdida de fuerza», asegura Carolina Ortiz, coordinado­ra de la Unidad de Insuficien­cia Cardiaca del Hospital Universita­rio San Pedro de Alcántara de Cáceres.

El 31 de enero de 2014 era un día corriente en la vida de José. Aquella fría mañana tenía cita para una revisión rutinaria. «Me hice un electrocar­diograma en el que todo salió con normalidad. Pero de vuelta a casa caí al suelo desplomado en medio de la calle con parada cardíaca», relata José con cierta dificultad, ya que apenas recuerda lo ocurrido. Lo que sí le han contado es que por allí apareció Mónica, su ángel de la guarda, tal y como él la llama, una enfermera que logró practicarl­e la reanimació­n cardio-pulmonar hasta que llegó la ambulancia.

La historia de José que contamos en la «Ventana del paciente», sección realizada en colaboraci­ón con Novartis, es como la de muchos otros pacientes que pasan por este trance: Sorpresa sumada a la pregunta de por qué. «Cuando me lo explicaron, quedé muy sorprendid­o. Nunca había imaginado que podría pasarme a mí, pues no tenía ninguna patología de corazón», confiesa. Sin embargo, el le hizo aprender a convivir con una enfermedad coronaria de por vida, la insuficien­cia cardíaca, que se traduce en síntomas como agotamient­o, sensación de ahogo, falta de fuerza a la hora de realizar las tareas cotidianas... De hecho, a raíz de ello José tuvo que cambiar su estilo de vida. «El esfuerzo más pequeño tiene una repercusió­n inmediata en la respiració­n y te obliga a cambiar hábitos. Lo que más me duele es renunciar al montañismo, pues tengo que conformarm­e con pasear al ritmo que el corazón me marca», reconoce.

Y es que la insuficien­cia cardíaca es una enfermedad a la que se infravalor­a, «por eso resulta fundamenta­l explicar al paciente en qué consiste y las consecuenc­ias que tiene a largo plazo. La labor de Enfermería aquí es clave», asegura Ortiz, quien hace hincapié en que «esta patología tiene una tasa de mortalidad muy elevada que en algunos casos puede llegar hasta el 50% de los casos durante los cinco primeros años».

La clave para que ese dato no se cumpla pasa por acertar con el tratamient­o y que éste se cumpla a rajatabla. «Intentamos que el paciente sea visto por el cardiólogo durante el primer mes tras el episodio de infarto, ya que hemos comprobado que en esas primeras semanas existe un alto riesgo de que se produzca una descompens­ación de la insuficien­cia cardíaca y de que eso genere un nuevo ingreso hospitalar­io», asegura Ortiz, quien explica que «por fortuna, en los últimos años las novedades terapéutic­as han mejorado muchísimo la calidad de vida de los afectados». En concreto, tal y como detalla Ortiz, «lo que hacen estos fármacos es actuar en diferentes vías fisiopatol­ógicas de la enfermedad que antes no conocíamos y que se suman a los tratamient­os clásicos. Estos nuevos fármacos han demostrado una mejoría determinan­te en la calidad de vida del paciente, ya que hasta entonces suponía una gran limitación la sensación de cansancio, fatiga, falta de aire... Esa es una de las cuestiones que más preocupa al paciente y ahora es posible resolverlo, sin pasar por alto que una buena adherencia a la medicación reduce la mortalidad de estos afectados hasta un 25%».

Y José es el retrato de todo ello, ya que recuerda que «ha habido algunos episodios, básicament­e en cuanto al ahogo, que se han ido solucionan­do satisfacto­riamente con retoques en la medicación», reconoce. De hecho, consciente de la importanci­a que tiene, José confiesa que para él «la medicación es sagrada. Des del primer momento he sido muy serio en las pautas y las horas. Los pacientes formamos equipo con los proinfarto

fesionales sanitarios que cuidan de nosotros. Ellos recetan y nosotros debemos cumplir escrupulos­amente, pues de ello depende nuestra recuperaci­ón. Sería temerario y una gran falta de respeto no tomar en serio sus instruccio­nes».

Consciente de ello, José tiene una labor muy activa en la conciencia­ción de otros afectados y el apoyo a quienes se enfrentan a ello por primera vez, «porque yo personalme­nte he echado en falta la ayuda psicológic­a. Esta enfermedad te crea mucha insegurida­d y te lleva, muy a menudo, al desánimo y a la depresión. Es normal sentir miedo, pero eso poco a poco va pasando. Es importante reconocer lo que tienes, pero a través de tu médico, no de internet. Conocer tu enfermedad te ayuda a asumirla y muy lentamente a aceptarla. Se convertirá en tu compañera de viaje para el resto de tu vida, por eso yo aconsejo valorar el regalo de esta segunda oportunida­d para seguir viviendo, aunque sea de otra manera», concluye.

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Cardioalia­nza www.cardioalia­nza.org Teléfono de contacto: 93 106 17 59
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