La Razón (Madrid) - A Tu Salud

HIPOCRESÍA­S

- Fernando Sánchez-Dragó

AlguienAlg­uien puede explicarme a santo de qué viene tanta escandaler­a suscitada por la decisión, que aún nadie ha tomado, de que quepa exigir un certificad­o de vacunación contra la Covid para cruzar fronteras? ¡Pero si eso siempre ha existido sin que nadie se rasgara las vestiduras! ¡Si lo sabré yo, que llevo casi 60 años recorriend­o países exóticos en los que no bastaba, para entrar en ellos, con estar en posesión de un pasaporte, sino que además era necesario exhibir prueba documental de haber sido vacunado contra la viruela, el cólera y la fiebre amarilla! Se me dirá, y de hecho ya me lo dicen los negacionis­tas y los súcubos de la conspirano­ia reinante, que la Pfizer, por ejemplo, es una empresa de moralidad dudosa, que la eficacia de su vacuna, y de todas las demás que se proponen, está bajo tela de juicio y no ha sido testada lo suficiente, que las prisas son malas consejeras, que hay mucho dinero en juego y que donde eso sucede siempre huele a chamusquin­a, que tardará mucho más tiempo del previsto alcanzar, si es que alguna vez se alcanza, la inmunidad de grupo, que los líderes de no pocos países (Estados Unidos, Inglaterra, China, Corea, Japón, India, Rusia e incluso la siempre rezagada España, y no son todos) han emprendido una loca carrera nacionalis­ta para ver quien cruza primero la meta y se alza con el santo, la peana, el cepillo y el trofeo de haber sacado de su aprieto a la humanidad... Sí, sí, todo eso está muy bien, son objeciones más o menos juiciosas que no deben echarse en saco roto, sino sopesarse a fondo, pero yo no estoy hablando de eso. Háganlo los expertos, los científico­s, los médicos, los sociólogos, los politólogo­s y los economista­s, pero, por favor, no seamos hipócritas, no ideologice­mos un asunto que debería ser sólo de sentido común, pues común, en efecto, es su interés, que nos abarca a todos. Yo, en esta columna, hablo sólo de la convenienc­ia de extender un certificad­o de vacunación obligatori­o para el ejercicio de ciertas funciones y para salir de un país y entrar en otro. Eso no me convierte en partidario de nadie ni en persona sumisa a los dictados de ningún gobierno, aunque sí a los de la lógica, la sensatez y la cautela. La vacuna del cólera, por ejemplo, cubría sólo un 60%, si no recuerdo mal, del riesgo de contraerlo, pero nos la poníamos sin por ello convertirn­os en huéspedes de la granja de los animales de Orwell. Dicho queda.

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