La Razón (Madrid) - A Tu Salud
La estacionalidad del virus ha sido clave en la bajada de contagios
Las condiciones externas, como la temperatura más cálida y la mayor radiación solar, han jugado a favor de frenar la curva de transmisión en la tercera ola
La pandemia de la Covid-19 en nuestro país vuelve a tomar el camino de bajada. Las cifras de contagio de los últimos días, así como la tasa de incidencia, muestran ya una clara tendencia de descenso que permite volver a respirar con cierto alivio, a pesar de que los datos de fallecidos por culpa de la enfermedad siguen resultando dramáticos. Todo ello hace atisbar más cerca el ansiado reto de «doblegar la curva», a pesar de que esta vez no ha hecho falta optar por un drástico confinamiento domiciliario para conseguirlo.
Por ello, la pregunta del millón ahora pasa por averiguar si el SARS-CoV-2 se caracteriza por tener unos ciclos de vida más o menos expansivos que jueguen en nuestra contra en la mayoría de ocasiones, pero que puedan actuar a nuestro favor también en otras. «Con lo que sabemos hasta ahora de este coronavirus no resulta descartable pensar que se trata de un virus que funciona de manera cíclica, ya que tenemos la certeza de que entra dentro de los denominados estacionales, es decir, que fluctúan y que conviven con nosotros de forma recurrente, pero matizados por las circunstancias exteriores», explica Estanislao Nistal, virólogo y profesor de Microbiología de la Universidad CEU San Pablo de Madrid, quien detalla que «esas circunstancias son, fundamentalmente, las condiciones climáticas, marcadas por las bajas temperaturas, la humedad y la incidencia solar. En este caso, a diferencia de los primeros días de enero, que fueron extremadamente fríos y muy húmedos por la nieve acumulada en gran parte de España, ahora las temperaturas están siendo incluso más cálidas de lo normal y con mucha mayor radiación solar. Todo esto merma la capacidad infectiva del SARS-CoV-2».
Tal y como aclara Nistal, no es que el virus pase a ser menos infecioso de un día para otro, pues «las propiedades físicas del SARSCoV-2 no se alteran ni siquiera con la aparición de las nuevas variantes y, por tanto, no varía en exceso su potencial para contagiar, pero lo que sí cambian son las condiciones que lo rodean, y de ellas depende enormemente su capacidad de superviviencia e, indirectamente, que tenga más oportunidades para infectar».
Y es que, según explica Tomás Vega, miembro de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), «en la ecuación de esta pandemia hay dos factores fundamentales, que son el huésped, es decir, las personas, y el otro el agente, que sería el SARS-CoV-2. A ambos se le añaden las herramientas de barrera que tenemos a nuestro alcance, como el distanciamiento, el lavado de manos o las mascarillas. La conjunción de estos elementos determina cuándo hay un periodo de alta o de baja incidencia más allá de que el propio virus puede estar en un periodo más expansivo, pues durante la Navidad confluyeron todos los ingredientes para disparar la tasa de infecciones, mientras que las últimas medidas de control tomadas por las comunidades autónomas, como el cierre de establecimientos y la reducción de los grupos de contacto, ha hecho que se corte en cierta medida la tasa de trasmisión».
SOLUCIONES MENOS RÁPIDAS
Lo que está claro es que, aunque España ha logrado encaminarse hacia el objetivo de bajar la cresta de la tercera ola, el hecho de no haber optado por un confinamiento domiciliario estricto, tal y como sí sucedió en la primavera de 2020, ha provocado que hayamos tardado más en lograr el objetivo. «De haber utilizado la estrategia del cierre total y la paralización de la actividad se habría logrado quizás doblegar la curva más rápidamente, pero al haber impuesto unas medidas restrictivas más laxas y variables según las regiones, se ha logrado el mismo resultado pero con más tiempo», apunta Vega, quien hace hincapié en que «otra cosa es que el pico posterior a la Navidad fuese el segundo de la segunda ola, lo que confirmaría que se hizo bien para rebajar el primero, pero no fuimos lo suficientemente constantes en diciembre, y estaríamos ante una ola de casi cuatro meses».
Y no será la última marea que nos golpee, ya que «si se relajan en exceso las medidas, los contagios volverán a subir, a pesar de que nos encaminamos hacia unas condiciones climáticas que nos favorecerán y a que el avance de la vacunación reducirá la incidencia y la mortalidad. Ahora contamos con herramientas técnicas que nos permiten monitorizar la situación en tiempo real», reconoce el experto de la SEE.
Las bajas temperaturas coincidieron con los días festivos de Navidad, lo que disparó los contagios