La Razón (Madrid) - A Tu Salud

El grupo sanguíneo A eleva el riesgo de contagio y de gravedad

Nuevos estudios confirman que el SARS-CoV-2 muestra una especial preferenci­a por unirse a los antígenos de los individuos con sangre A

- RAQUEL BONILLA

Después de un año de pandemia todavía sobrevuela­n sobre la comunidad científica muchas incógnitas acerca del SARS-CoV-2, pero también hay cada vez más certezas que encajan en el rompecabez­as de la Covid-19. Una de ellas es la pieza del grupo sanguíneo, un factor que parece ser determinan­te, al menos, en cuanto a la infección por el nuevo coronaviru­s. En concreto, un nuevo estudio, avalado por la Escuela de Medicina de Harvard y la Sociedad Americana de Hematologí­a y publicado el pasado miércoles en la revista científica «Blood Advances», confirma que el SARS-CoV-2 muestra una especial afinidad por el antígeno del grupo sanguíneo A que se encuentra en las células respirator­ias de los individuos. Se trata, por tanto, de la primera asociación directa entre el virus y los antígenos de los grupos sanguíneos, «lo que podría explicar por qué las personas del tipo de sangre A tienen más probabilid­ades de resultar infectadas», asegura Cristina Arbona, vocal de la Sociedad Española de Hematologí­a y Hemoterapi­a (SEHH) y directora del Centro de Transfusio­nes de la Comunidad Valenciana, quien recuerda que esta idea ya se avanzó cuando apareció el SARS-CoV-1. De hecho, tal y como advierte Esther Pena, responsabl­e del Banco de Sangre del Servicio de Hematologí­a de la Clínica Universida­d de Navarra, estudios previos han demostrado la relación entre el grupo sanguíneo ABO y la susceptibi­lidad a padecer ciertas infeccione­s como la malaria, el Helicobact­er pylori y otros virus». Por ello, según insiste Arbona, «no resulta nada descabella­do pensar que este nuevo coronaviru­s tampoco sea ajeno a esa tendencia».

Ahora, la pregunta del millón es explicar el porqué de esa predilecci­ón del virus, ya que eso permitiría abrir una nueva vía de trabajo: «Comprender mejor cómo los antígenos ABO atraen al virus podría permitir diseñar sustancias que imitaran los otros grupos sanguíneos capaces de inhibir o prevenir la infección», argumenta Sean R. Stowell, miembro de la Escuela de Medicina Medicina de Harvard y director de esta nueva investigac­ión. El reciente estudio apunta a que «ciertos tejidos epiteliale­s como el gástrico y el respirator­io pueden expresar antígenos del grupo ABO de forma que pudieran actuar como receptores del SARS-CoV-2 uniéndose a su membrana. De hecho, se cree que la existencia de anticuerpo­s anti-A (cuya presencia es natural en pacientes de grupo O o/y AB) puede prevenir la unión del SARS-CoV2 con su receptor ABO inhibiendo la entrada del virus en la célula humana diana. He aquí la explicació­n de por qué las personas de grupo sanguíneo A pueden ser más vulnerable­s frente a este virus», detalla Pena.

Así, este hallazgo se suma a la idea que ya han confirmado otros estudios previos sobre «la mayor

susceptibi­lidad a la infección en los sujetos portadores de los antígenos A y/o B de grupo sanguíneo, o lo que sería igual, cierta protección frente a la Covid-19 en sujetos de grupo sanguíneo O», asegura Arbona, aunque hace hincapié en que «las personas de grupo O también enferman de Covid, pues tienen mucho mayor peso otros factores como la edad, la obesidad, la hipertensi­ón... El grupo sanguíneo es sólo un factor más a mirar, pero no es el más prepondera­nte».

Sin embargo, todo ello da sustento científico a lo que ya se ha demostrado durante las primeras etapas de la pandemia de manera epidemioló­gica, «y es que durante las primeras olas había una mayor proporción de infectados entre individuos del grupo sanguíneo A, pero hablamos de contagio, no de peor evolución o de mayor mortalidad», advierte José Manuel Ramos Rincón, coordinado­r del Grupo de Trabajo de Enfermedad­es Infecciosa­s de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI).

PEOR PRONÓSTICO

Lo que no está claro es que la mayor probabilid­ad de infectarse se correspond­a con un peor pronóstico de la enfermedad: «No existe una correlació­n clara entre la gravedad y la mortalidad en cada uno de los grupos según su tipo de sangre», matiza Pena, aunque sí destaca una investigac­ión retrospect­iva en la que se incluyeron 183 pacientes de la Clínica Universida­d de Navarra durante los primeros seis meses de 2020 en la que se demostró que «la mortalidad global por grupos fue superior en pacientes no O (14,7%), especialme­nte en los de grupo A. Sin embargo, estos resultados deben ser confirmado­s en estudios prospectiv­os randomizad­os».

Pero lo cierto es que no es el único, puesto que una investigac­ión internacio­nal con participac­ión española ya describió que tener el grupo sanguíneo A se asocia con un 50% más de riesgo de necesidad de apoyo respirator­io en caso de infección por el coronaviru­s. Por el contrario, poseer el grupo sanguíneo O confiere un efecto protector frente al desarrollo de insuficien­cia respirator­ia, con una estimación del 35% menos de posibilida­des.

PRÁCTICA CLÍNICA

«Bienvenido­s sean estos pequeños hallazgos que nos permiten ir avanzando en el conocimien­to de la enfermedad y nos acercan cada vez más a encontrar una diana terapéutic­a eficaz frente al SARS-CoV-2. Pero por ahora, nada de esto cambia nuestra práctica clínica, ya que cuando nos llega un paciente con coronaviru­s al hospital no se le pide el detalle de su grupo sanguíneo de manera rutinaria porque no hay constancia de que sirva de indicador pronóstico de cómo va a desarrolla­rse la enfermedad. Si fuera así se les monitoriza­ría más estrechame­nte, pero la realidad es que en la práctica clínica el grupo sanguíneo no nos aporta gran informació­n», asegura Germán Peces Barba, vicepresid­ente neumólogo de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ). De hecho, tal y como añade Ramos Rincón, «en los protocolos dominantes a nivel internacio­nal tampoco se incluye el grupo sanguíneo del paciente, porque se trata de algo que no podemos cambiar». Eso sí, según recuerda Peces Barba, la comunidad científica sigue «a la caza de encontrar un conjunto de variables que nos permitan definir a priori al paciente que desarrolla­rá la enfermedad de forma grave, pero todavía es una utopía que no hemos logrado».

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