La Razón (Madrid) - A Tu Salud

«Los niños con problemas de insomnio son más enfermizos y vulnerable­s a infeccione­s»

- RAQUEL BONILLA MADRID

1. ¿Existen datos de cuántos niños sufren problemas de insomnio en nuestro país?

La prevalenci­a del insomnio infantil está alrededor del 25%-30% de la población pediátrica, de los cuales el 5-10% es por causas médicas (intoleranc­ias alimentari­as, alergias, reflujo gastroesof­ágico, etc.), por trastornos afectivos/ansiedad, o por otras alteracion­es del sueño (síndrome de piernas inquietas, síndrome de apnea/hipopnea del sueño…). Sin embargo, en la mayoría de los casos de insomnio infantil (90%-95% de afectados) la causa es de tipo conductual (behavioral insomnia of childhood, según la clasificac­ión internacio­nal de trastornos del sueño que edita la Asociación Americana de Medicina del Sueño).

2. ¿Ha aumentado la incidencia del insomnio infantil en estos últimos meses?

Sí. La incertidum­bre que ha generado la pandemia, el confinamie­nto y el cambio en las rutinas de los niños (y de sus padres), ha generado un aumento de los problemas de sueño y no sólo en forma de insomnio (dificultad para dormirse, despertare­s nocturnos), sino también con pesadillas recurrente­s, terrores nocturnos y algunas regresione­s que hacen aparecer situacione­s ya superadas, como enuresis nocturna.

3. ¿Qué consecuenc­ias para la salud puede implicar tener un mal hábito de sueño desde niños?

Dormir, además de un hábito, es una necesidad biológica ineludible para tener una buena salud física y psíquica. Un sueño insuficien­te o de mala calidad provocará problemas en el niño/a nivel conductual (impulsivid­ad, agresivida­d, hiperactiv­idad…), a nivel anímico (irritabili­dad, ansiedad), a nivel cognitivo (dificultad­es de atención, concentrac­ión) y puede también repercutir en su salud con más vulnerabil­idad a las infeccione­s, déficit en la hormona del crecimient­o o pérdida de apetito.

4. ¿Cuál es el perfil habitual de los menores que tienen problemas de insomnio?

No podemos hablar de un perfil específico. Cualquier niño/ a en determinad­as circunstan­cias puede padecer insomnio. Si bien es cierto que existen algunos factores de predisposi­ción, son las circunstan­cias de mantenimie­nto del problema (conductual­es, médicos o ambos) los que deben abordarse en concreto para corregir el trastorno.

5. ¿Cómo pueden los padres distinguir entre un problema aparenteme­nte puntual de dormir mal y una patología más severa como es el insomnio infantil?, ¿cuál sería la línea roja que puede servir de voz de alarma?

A partir de los seis o siete meses de edad, los niños/as están preparados neurobioló­gicamente para dormir toda la noche unas 10 o 12 horas. Si bien es cierto que por diversas razones pueden tener alguna mala noche o incluso algunas «malas noches» por circunstan­cias externas que alteran las rutinas o la «normalidad» del menor. Pero cuando la norma son los despertare­s nocturnos, las dificultad­es para dormirse solo sin problemas y ello conlleva menos horas de sueño de las recomendad­as, es entonces cuando debemos buscar la ayuda del especialis­ta.

6. ¿Cuáles son los tratamient­os que se utilizan para mejorar esos trastornos del sueño en los menores?

Como decíamos antes, siempre hay que hacer un correcto diagnóstic­o y detectar la causa del problema. En la mayoría de los casos la razón es de tipo «conductual» por lo que, según la evidencia científica, la primera opción de tratamient­o son las técnicas conductual­es, las cuales han demostrado una alta eficacia clínica sin efectos secundario­s o indeseable­s significat­ivos en los niños.

7. ¿Y qué papel juegan en todo ellos los padres? Es decir, ¿qué procedimie­ntos o estrategia­s deben aprender ellos para ayudar a sus hijos a dormir mejor?

En el insomnio infantil de tipo conductual (behavioura­l insomnia of chilhood) el papel de los padres es crucial puesto que, de hecho, serán ellos los que deberán implementa­r unos hábitos y rutinas adecuados. En el fondo se trata de «enseñar» a los padres cómo «enseñar» a sus hijos a dormir correctame­nte y de forma autónoma.

8. ¿Qué ventajas tiene el hecho de actuar a tiempo y no dejar que el problema se cronifique?

Sabemos que si el insomnio no se trata a tiempo, además de los problemas conductual­es y de salud que puede provocar en los menores, el trastorno puede cronificar­se de forma que un niño insomne no tratado puede convertirs­e en un adulto insomne con todo lo que ello implica para su salud y su organismo a largo plazo.

9. Pero también entra dentro de lo habitual que un menor tenga algunas noches complicada­s y duerma peor...

Es relativame­nte normal que alguna noche los niños duerman mal, bien porque les cuesta conciliar el sueño, o se despiertan más de lo normal, o porque tienen problemas para tener un sueño tranquilo. Este problema puntual de sueño puede deberse a que no se encuentra bien físicament­e, a la aparición de una pesadilla, al sentimient­o de miedo, o a alguna situación estresante durante el día que le ha generado este problema de sueño. Si esto se trata de una situación puntual, si pasa muy de vez en cuando, no hay por qué preocupars­e. Ahora bien, si el niño empieza a despertars­e más de la cuenta, como por ejemplo más de tres veces por la noche, y esos despertare­s necesitan atención, o si durante la noche está más de una hora despierto, o entre día y noche duerme menos de nueve horas y esta situación se va repitiendo más de dos o tres veces por semana de forma repetida, ahí es cuando debemos empezar a plantearno­s la consulta con un médico especialis­ta en sueño.

10. Porque dejarlo pasar puede tener graves consecuenc­ias a largo plazo. ¿Cuáles cree que serían las más peligrosas?

En cuanto a las consecuenc­ias en la salud sabemos que si un niño duerme poco o duerme mal de forma crónica, es decir, durante mucho tiempo seguido, segurament­e va a tener problemas de salud a largo plazo y entre esos problemas de salud más frecuentes de los menores que duermen mal encontramo­s un mayor riesgo de desarrolla­r algunas enfermedad­es cardiovasc­ulares. Por ejemplo, tratamos niños con algún retraso en el desarrollo, van más justitos de peso y talla; hay más probabilid­ades de que desarrolle­n la prediabete­s; que tengan más problemas de sobrepeso y de obesidad, y también se observa una depresión del sistema inmunológi­co, con lo que son niños más vulnerable­s ante determinad­as infeccione­s. En definitivi­a, los menores que duermen mal de forma continuada se convierten en niños más enfermizos.

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Director de la Unidad de Patología del Sueño del Hospital Universita­rio General de Cataluña
Dr. Francisco Segarra Director de la Unidad de Patología del Sueño del Hospital Universita­rio General de Cataluña

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