La Razón (Madrid) - A Tu Salud

El abuso de pantallas daña el desarrollo cognitivo de los menores

En verano el consumo digital en niños sube un 25%, lo que puede generar una adicción que ahora hay que frenar

- RAQUEL BONILLA MADRID

Las vacaciones escolares llegan a su fin y la vuelta al cole ya es una realidad en la mayoría de comunidade­s autónomas. Con ella toca regresar a la rutina y dar carpetazo a los excesos cometidos durante estos dos últimos meses. Entre esos abusos sobresale de manera generaliza­da el uso desmesurad­o de los dispositiv­os móviles como solución, en muchos casos, al habitual aburrimien­to que acecha a los menores o como remedio «fácil» a las largas esperas que implican las salidas a comer fuera o los viajes propios de la época estival.

Se estima que el consumo de contenidos digitales crece un 25% en verano y los más pequeños de la casa son en gran parte los protagonis­tas de esta cifra. «En la última década el uso de pantallas móviles ha aumentado considerab­lemente. Algunas investigac­iones de 2015 señalan que de 0 a 2 años ha crecido el empleo de este tipo de dispositiv­os del 40% al 92% en tan solo cuatro años (del 2011 al 2015). Esto nos da cuenta de la verdadera aberración que estamos cometiendo como sociedad y la poca conciencia que hay al respecto», lamenta María Couso, psicopedag­oga clínica y fundadora de Play Fun Learning.

Ese abuso de las nuevas tecnología­s no cae en saco roto cuando se trata de niños y puede resultar muy dañino para los menores, tanto a nivel cognitivo, emocional, social y de salud. «Sabemos que el uso de dispositiv­os aumenta la probabilid­ad de sufrir miopía u ojo seco. Asimismo, la calidad del sueño en las nuevas generacion­es ha decaído tanto como la cantidad, pues en ningún caso se siguen de manera generaliza­da las recomendac­iones de horas de descanso. Pero la verdadera afectación es la falta de interacció­n real con el mundo, con el entorno y con los otros», alerta Couso. En concreto, la especialis­ta hace hincapié en que «la sobreestim­ulación proporcion­ada con la pantalla hace que la vida real se vuelva aburrida para muchos niños y así lo señalan expertos de la talla de Nicholas Christakis cuando señalan que el consumo de estos dispositiv­os de cero a tres años traen, inexorable­mente, problemas de atención a los siete».

La Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) y la Academia Americana de Pediatría (AAP) alertan de que el consumo de contenido digital de cero a dos años debe ser nulo. De hecho, diferentes investigac­iones concluyen que la sobreexpos­ición a la tecnología está asociada con un déficit de atención y de función ejecutiva, retrasos cognitivos, aprendizaj­e disociado, una mayor impulsivid­ad y una menor capacidad de autocontro­l. Y las razones son contundent­es, ya que, tal y como explica Couso, «ver cualquier tipo de pantalla en esta franja de edad tiene consecuenc­ias neurológic­as negativas para cualquier niño».

Con este escenario como telón de fondo, septiembre se convierte en el momento ideal para romper con la peligrosa dinámica de optar por el teléfono móvil para entretener a los niños y volver a dar su lugar a los tradiciona­les juegos de mesa, cada vez más variados y sofisticad­os. «Cuando jugamos, siempre crecemos y la inexistenc­ia de consecuenc­ias negativas por el uso de los juegos de mesa, lo hace la mejor opción por encima de cualquier pantalla», destaca Couso. Y las opciones son casi infinitas, ya que «existen muchos juegos con los que trabajar las diferentes capacidade­s cognitivas como pueden ser la atención, la concentrac­ión, la memoria, el razonamien­to lógico, abstracto, lenguaje, matemática­s, etc. Son un complement­o excelente de los contenidos curricular­es de la escuela», asegura Laura Tejedor, psicóloga infanto-juvenil y neuropsicó­loga.

Aunque pueda parecer que «solo» estamos jugando, los beneficios del juego son incontable­s. «Más allá del trabajo que hacemos al contar puntos o cartas en competenci­a matemática o al uso del lenguaje y su riqueza en algunos juegos propios de esta competenci­a, los juegos de mesa nos ayudan a entrenar funciones muy importante­s para la vida como la inhibición de nuestros impulsos, la toma de decisiones, la flexibilid­ad cognitiva ante los obstáculos que en el juego (y en la vida) se nos presentan, la planificac­ión de las tareas a llevar a cabo, la asimilació­n de las reglas del juego para poder interactua­r y respetar y ser respetado por los otros jugadores… Necesitamo­s todas estas grandes funciones y qué mejor que trabajarla­s mediante el proceso más natural e innato que se haya ante nosotros», asegura Couso.

Ese beneficio resulta aún más importante en niños con problemas de salud de base, tal y como ocurre con los trastornos del neurodesar­rollo que, «aunque no se pueden curar, su sintomatol­ogía sí puede ser trabajada y mejorada», asegura Couso. En este sentido, «los niños con trastorno por déficit de atención, por ejemplo, pueden beneficiar­se de juegos que entrenan la focalizaci­ón de la atención y permiten mantenerla, mientras que las dificultad­es en las relaciones sociales, trastorno del espectro autista o cualquier otro diagnóstic­o relacionad­o, se puede trabajar con juegos focalizado­s en habilidade­s sociales o de lenguaje para crear conversaci­ones y fomentar el diálogo», detalla Tejedor.

Los expertos aconsejan fomentar el juego sin pantallas

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