La Razón (Madrid) - A Tu Salud
UN ABUSO MUY ANTIGUO
HeHe visto a médicos pegar un bofetón a una mujer y llamarla histérica cuando se ponían nerviosas en el parto. Y no una vez ni dos, sino muchas». Este despropósito nos lo cuenta Beni Martínez, secretaria de la Federación de Asociaciones de Matronas de España y una de las profesionales más reconocidas de su ámbito. Beni sabe mucho también de violencia obstétrica, un nombre nuevo de un abuso muy antiguo que ha permanecido oculto en el tiempo. Durante el siglo XVIII ya se recoge que un gran número de mujeres morían después de partos hospitalarios. Pero no del parto, ni mucho menos, morían de fiebres puerperales, una infección provocada por la falta de higiene de quienes las atendían al alumbrar. En 1856, el doctor húngaro Semmelweis presentó un estudio que demostraba que aquellas muertes, a causa de una septicemia fatal, las provocaba la falta de guantes de los ginecólogos y sus alumnos. ¡Qué barbaridad ir a meter las manos desnudas en el cuerpo de una mujer para aprender! El citado médico fue despedido. Y no fue hasta años después cuando se reconoció su hallazgo. Mucho después, en 1975, siendo yo una adolescente, comencé a trabajar en la vieja Maternidad pública de Madrid. Un edificio siniestro que yo recorría corriendo aterrorizada cuando tenía que ir por sus largos pasillos del sótano a cualquier recado. No se sabía en aquel entonces lo del robo de niños. Hubiera sido demasiado para mi tierna mirada. Pero aún tengo pesadillas con aquellos dos años que trabajé como auxiliar de clínica. Pesadillas con el trato que yo misma me vi obligada a dar a las mujeres si quería conservar mi puesto. Pesadillas al recordar que tenía que meter a dos pacientes a la vez en una cabina mínima y ordenarlas que se desvistieran para la exploración. Solo había dos doctoras entonces, dos chicas pioneras que aprendían las peores mañas de hombres paternalistas, en el mejor de los casos. Y ahí, seguimos, según parece. Beni nos lo cuenta y yo me vuelvo a aterrar.