La Razón (Madrid) - A Tu Salud

Nuevos estudios demuestran que el sobrepeso causa depresión

El riesgo de desarrolla­r un trastorno depresivo se dispara un 55% en personas con exceso de peso

- RAQUEL BONILLA

Como si de un círculo vicioso se tratara, la obesidad y la depresión son dos enfermedad­es que van de la mano y que, según las últimas evidencias científica­s, se retroalime­ntan. Así lo confirma un nuevo estudio a gran escala, realizado por la Universida­d de Exeter (Inglaterra) y publicado en la revista «Human Molecular Genetics», que proporcion­a más evidencias de que el sobrepeso causa depresión y reduce el estado de bienestar, hasta el punto de que la biología del tejido adiposo juega un papel importante en el cerebro y viceversa.

En concreto, el equipo examinó informació­n genética de más de 145.000 participan­tes del Biobanco del Reino Unido con datos detallados de salud mental disponible­s y las conclusion­es son claras: Las personas que son obesas tienen 55% más probabilid­ades de estar deprimidas, mientras que las personas con depresión alcanzan hasta un 58% más de riesgo de desarrolla­r obesidad.

FACTORES SOCIALES

«Nuestra investigac­ión revela que un exceso de kilos conduce a un mayor riesgo de depresión, independie­ntemente del papel de la salud metabólica. Esto sugiere que tanto la salud física, como los factores sociales o el estigma social juegan un papel determinan­te en la relación entre la obesidad y la depresión», explica el Dr. Francesco Casanova, miembro de la Facultad de Medicina de la Universida­d de Exeter y autor principal del trabajo, quien hace hincapié en que «este estudio proporcion­a la evidencia más sólida hasta la fecha de que un índice de masa corporal más alto causa depresión».

En este sentido, Francisco Tinahones, presidente de la Sociedad Española de Obesidad (Seedo), recuerda que «la vinculació­n entre obesidad y depresión se da en ambas direccione­s, es decir, quienes tienen afectada la esfera psiquiátri­ca presentan mayor obesidad y su riesgo de sobrepeso resulta más elevado, ya que en un porcentaje muy alto de pacientes aparecen trastornos por atracón, ansiedad... En estos casos vemos una ingesta alimentari­a de peor calidad y más desproporc­ionada, pues en la mayoría de ocasiones la comida se convierte en un sustitutiv­o de alguna de las carencias emocionale­s que están detrás de dicha depresión. Y por el otro lado, quienes tienen problemas de peso conviven con dificultad­es emocionale­s propias de agentes sociales externos, lo que les aporta más papeletas para caer en una depresión».

Así, «si cada vez que tienes dificultad­es te refugias en la comida, se produce una alteración en la función hormonal que, a su vez, provoca la desregular­ización del apetito, hasta el punto de que se ha visto que el sistema de recompensa está alterado en las personas con exceso de grasa», asegura Miriam Félix, psicóloga clínica del Hospital Universita­rio Infanta Leonor de Madrid especializ­ada en trastornos de la conducta alimentari­a y obesidad.

Ese camino de doble dirección tiene una explicació­n biológica, y es que un tejido adiposo inflamado y alterado funcionalm­ente es un factor de riesgo crítico para la aparición de complicaci­ones metabólica­s asociadas a la obesidad. Y por otro lado, también se ha encontrado inflamació­n en el tejido adiposo de pacientes con trastornos psiquiátri­cos. Pero esto puede cambiar con la edad, tal y como confirmó un estudio publicado el pasado mes de mayo en la prestigios­a revista científica «Cell» al demostrar que hasta los 70 años es más probable que una persona con obesidad genere depresión, mientras que a partir de los 80, sucede a la inversa: el trastorno psiquiátri­co puede desembocar desembocar en un exceso de grasa.

Sea como sea, lo cierto es que la relación entre adiposidad y problemas psicológic­os graves resulta evidente, una vinculació­n que cada vez más se manifiesta también en la consulta. «El abordaje multidisci­plinar es absolutame­nte necesario para lograr solucionar un problema de obesidad con resultados a largo plazo, de ahí que la labor del psicólogo resulte imprescind­ible», avanza Félix, quien explica que el tratamient­o debe basarse en tres pilares de forma transversa­l: «La toma de conciencia; la autorregul­ación y la aceptación». Y para evitar esa pescadilla que se muerde la cola, Félix destaca la necesidad de no enseñar a los niños con estímulos emocionale­s relacionad­os con la comida, «ya que durante la infancia se aprenden habilidade­s de regulariza­ción emocional a través de la ingesta de alimentos que, a largo plazo, crean un efecto acumulativ­o que deriva en obesidad».

EL ABORDAJE DEL PACIENTE CON ADIPOSIDAD DEBE INCLUIR PROFESIONA­LES DE LA PSICOLOGÍA

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DREAMSTIME La relación entre desajustes psicológic­os y exceso de kilos es bidireccio­nal
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