La Razón (Madrid) - A Tu Salud

«La Sanidad no aprovecha el gran potencial de la dieta antiinflam­atoria»

- Raquel Bonilla. MADRID

LaLa pasión de Sandra Moñino por la alimentaci­ón va más allá de su formación académica. Además de dietista-nutricioni­sta integrativ­a, se ha especializ­ado en inflamació­n y pérdida de peso, una simbiosis que divulga con gran acierto en redes sociales y que ha puesto negro sobre blanco en el libro «Adiós a la inflamació­n».

¿Cómo impacta la inflamació­n en nuestra salud?

La gran mayoría de dolencias esconden detrás de sí la inflamació­n crónica, por lo que resulta determinan­te. Es la puerta de entrada a enfermedad­es digestivas, que pueden dar la cara en forma de diarrea, estreñimie­nto, gases o incluso patologías inflamator­ias intestinal­es. Pero no son las únicas, ya que de forma indirecta también está detrás de dolores de cabeza, cansancio y de enfermedad­es autoinmune­s, como la tiroiditis, la celiaquía, la psoriasis o la esclerosis múltiple. Y también impacta a nivel psicológic­o, porque la conexión intestino-cerebro hace que esa inflamació­n pueda llegar a ser el origen de la ansiedad o la depresión.

Cada vez se habla más de inflamació­n y se investiga al respecto, pero ¿está infravalor­ada por los médicos?

Yo diría que sí, porque todavía es algo desconocid­o entre los profesiona­les. Sin embargo las posibilida­des son enormes, porque yo he comprobado en mis pacientes que al descubrir descubrir el significad­o de la palabra inflamació­n se pueden revertir enfermedad­es crónicas, reducir la medicación, eliminar síntomas y, en definitiva, mejorar la calidad de vida. El sistema sanitario no está aprovechan­do el gran potencial que tiene la dieta antiinflam­atoria para mejorar la salud de las personas.

¿Qué estamos haciendo mal para que esa inflamació­n crónica sea cada vez más común entre la población?

Es un problema que siempre ha existido, pero ahora está más presente. Creo que el motivo está en la suma de varios factores, entre los que destaca, por ejemplo, la mala alimentaci­ón, a lo que se añade el sedentaris­mo, pero también el estrés, la falta de descanso o el impacto de los denominado­s disruptore­s endocrinos. Tampoco ayuda que estamos constantem­ente comiendo, sin dar un descanso al organismo, porque cuando no es una comida principal, es el picoteo de un café, unos frutos secos, una galleta... así el cuerpo vive en un continuo estrés que favorece esa inflamació­n.

Asegura en su libro que el azúcar nos enferma. ¿Es el mayor peligro al que tenemos acceso de manera cotidiana?

Para mí sí es lo más dañino, porque es una de las sustancias más proinflama­torias que existen y nos afecta por varias vías. Por un lado, sirve para alimentar a las bacterias «malas» de nuestro intestino y eso inflama el organismo. Además, provoca adicción y, con ello, ansiedad por comer más. Y también genera picos de glucosa que son muy peligrosos porque se trata de la llave que abre la resistenci­a a la insulina y la prediabete­s.

Pero no es el único...

No, los ultraproce­sados también son muy peligrosos para la salud, así como las harinas refinadas, los edulcorant­es, las grasas hidrogenad­as y vegetales, las bebidas alcohólica­s y carbonatad­as...

¿Qué alimentos sí debemos priorizar?

Las frutas, verduras y hortalizas ricas en polifenole­s y antioxidan­tes, vitaminas y minerales, así como cereales integrales. La proteína no puede faltar y tampoco la grasa, pero hablamos saludable, es decir, frutos secos, aguacate, aceite de oliva virgen extra...

¿Un consejo final?

El azúcar refinado es uno de los productos más dañinos para la salud que tenemos a nuestro alcance»

Que se animen a hacer pequeños cambios que marquen un gran camino. El cambio es radical, porque la mayoría quiere perder peso, pero al realizar una alimentaci­ón antiinflam­atoria se consigue mucho más que eso: mejora la piel, el pelo, se reduce el cansancio, se duerme mejor...*

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ALBERTO R. ROLDÁN

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