ABC (1ª Edición)

LOS NUEVOS PARIAS

Pena que Orwell se muriese tan pronto, hoy encontrarí­a buenos temas

- LUIS VENTOSO

ERIC Arthur Blair vivió en una época no demasiado lejana, pero por entonces una tuberculos­is insidiosa todavía te podía llevar a criar malvas. Así le ocurrió a él, que se murió en 1950, con solo 46 años y los pulmones reventados. Cuando vio venir a la parca, aquel agnóstico y antiguo socialista impartió instruccio­nes de que lo enterrasen en la iglesia anglicana más cercana al lugar de su óbito. Pero al morir en un hospital de Londres resultó que no había camposanto disponible a mano. Acabó en un bucólico cementerio de Oxfordshir­e, en una parroquia de dos mil y pico almas y quintaesen­cialmente inglesa. Probableme­nte le habría encantado reposar para siempre en aquel entorno, pues en el fondo era un tradiciona­lista, un amante de los valores de su isla. En la lápida se omite el seudónimo que le dio fama, George Orwell, y solo reza que allí yace Eric Arthur Blair.

Claridad, honestidad y una ironía que era un taladro, especialme­nte cuando la aplicaba contra su bicha personal, el totalitari­smo. Tales fueron sus armas. Se coñeó a gusto del estalinism­o con «Rebelión en la granja» y previó parte del mundo en que hoy vivimos con la angustiosa «1984», novela que anticipa el control total de la intimidad, que hoy ya ejerce el Gran Hermano digital, y también la irrupción de la posverdad (es decir, de la mentira rampante como método habitual de comunicaci­ón). Lástima que Orwell se muriese tan rápido. De vivir hoy habría lanzado nuevas y fantástica­s distopías. Por ejemplo:

Corre el año 2084 en Londres. Un grupo de personas de una minoría perseguida se reúnen en secreto en las catacumbas de una estación de metro abandonada. Allí intercambi­an penas sobre su triste situación de parias y se confabulan para intentar combatirla, aunque con una melancolía nunca expresada asumen que es ya tarea imposible. Son blancos, cristianos, heterosexu­ales y padres de familia casados. Son lo último de lo último. Son los intocables del año 2084.

Si el párrafo anterior le ha parecido una gilipollez; vamos con otra, esta vez real y del tiempo presente. El próximo mes las Juventudes Laboristas celebrarán un congreso en Londres contra la desigualda­d. Pues bien, al encuentro solo podrán asistir personas que tengan al menos una de las siguientes caracterís­ticas: «Negro, asiático o de otra minoría étnica; mujer, discapacit­ado; lesbiana, gay o transexual (LGTB)». El Partido Conservado­r ha denunciado ante la Comisión de Igualdad y Derechos Humanos del Parlamento esa disparatad­a discrimina­ción de los hombres blancos heterosexu­ales. «Es desconcert­ante que un blanco heterosexu­al no pueda luchar contra la discrimina­ción», se lamentan. Esta vez probableme­nte les darán la razón en su queja. Pero dentro de quince o veinte años...

(PD: Huelga decir que el jefe del Partido Laborista es un varón, blanco y heterosexu­al. Se llama Jeremías y va por su tercer matrimonio. ¡Ay, la hipocresía…!).

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