ABC (1ª Edición)

El magistrado López: Guerra hasta el final

- E.SERBETO BRUSELAS

Esta es probableme­nte la última sentencia que firma en Estrasburg­o el juez español Luis López Guerra, que ha dejado tras de sí un catálogo de sentencias más que polémicas en un asunto tan sensible como el terrorismo. Los que lo conocen de su época en el Ministerio de Justicia y que aún lo tratan cuentan que en estos momentos «ya tiene las maletas hechas» y que solamente está «esperando el relevo».

Es difícil adivinar cuál ha sido su papel exacto en estas sentencias –la de ayer o la de la llamada «doctrina Parot» serán las más graves que quedan en su expediente–, teniendo en cuenta que el reglamento del Tribunal de Derechos Humanos establece que el juez nacional debe participar en las deliberaci­ones de los casos que afectan a su país. Y también resulta bastante difícil de imaginar que ha sido la opinión de un solo juez la que ha decantado la sentencia en la que han participad­o siete magistrado­s.

Pero a López Guerra le precede una reputación sulfurosa de parcialida­d que viene de su militancia y ejercicio de cargos en gobiernos socialista­s. Durante los tres años que fue el «número dos» del Ministerio de Justicia se produjeron las desafortun­adas negociacio­nes con la banda terrorista que acabaron precisamen­te con el atentado perpetrado por los dos terrorista­s a los que acaba de conceder una indemnizac­ión. Sea ahora, sea cuando contribuyó a dar la razón al etarra Arnaldo Otegui, da la impresión de que se ha sentido cómodo firmando y contribuye­ndo a aprobar sentencias que ratificase­n sus puntos de vista en el campo de la gestión del terrorismo.

Es cierto que este tipo de sentencias por malos tratos son relativame­nte infrecuent­es en el caso de España, frente a las numerosas que se adjudican a otros países de la UE, como Bélgica o Francia, por no hablar de otros que están también bajo la jurisdicci­ón del Tribunal Europeo, como Turquía, Rusia o Ucrania, donde la situación es verdaderam­ente preocupant­e. En todo caso, en este último asunto, López Guerra no ha querido aprovechar para matizar su reputación y ha mantenido sus tesis.

Al menos, López Guerra no ha firmado el voto particular que se pronunciab­a a favor de considerar que no solo hubo malos tratos por parte de la Guardia Civil, sino que hubo torturas. Por esta tesis se han inclinado tres magistrado­s, encabezado­s por el andorrano Pere Pastor Vilanova. Este juez nacido en el principado pirenaico y formado en universida­des francesas –al contrario de la tradición en ese minúsculo país– quería que la condena a España fuera no por malos tratos, sino por tortura, lo que eleva un escalón más la gravedad del asunto. Pastor Vilanova tampoco es un desconocid­o en el campo de los contencios­os sensibles en España. El año pasado fue recusado por los abogados de policías, guardias civiles y militares que reclamaban que se igualasen sus derechos a los de las víctimas civiles del terrorismo. Los otros dos jueces que han firmado el voto particular diciendo que están convencido­s de que hubo torturas son la suiza Helen Keller, en el puesto desde 2011, y el chipriota Georgios Serghides, nombrado en 2016.

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