ABC (1ª Edición)

Los menores adelantan a los 12 años el comienzo de sus relaciones de pareja

El acceso precoz a internet, donde se exhibe una imagen idealizada del amor, anticipa la primera cita y favorece las relaciones superfluas

- LAURA PERAITA

Las relaciones amorosas son experiment­adas cada vez antes por los jóvenes españoles. En concreto, un 24% han tenido su primera pareja con solo 12 años y cerca de un tercio, su primera relación sexual a los 15, según apunta un estudio de la Liga Española de la Educación, que cuenta con el apoyo del Ministerio de Sanidad.

La influencia de las nuevas tecnología­s, una vez más, también tiene parte de responsabi­lidad. Los niños usan internet a edades muy tempranas y la mayoría dispone de móvil, lo que favorece que accedan fácilmente a imágenes idealizada­s que les llevan a pensar que tener pareja es igual a felicidad, placer, diversión... Les motiva a querer vivir cuanto antes esa parte emocional de una relación por el mero hecho de sentir placer, alentados, además, por las fotos erotizadas que les llegan de su entorno, puesto que los menores envían este tipo de imágenes por un ansia de imitar lo que ven en los adultos y conseguir más «me gusta» para aumentar su autoestima. «Esta percepción irreal por falta de informació­n les lleva a la confusión, porque el amor hay que trabajarlo y supone compromiso», puntualiza Rosa Collado, psicóloga especializ­ada en sexología y psicoterap­ia integrador­a del Centro de Psicología Álava Reyes.

El problema es que esta ingenuidad no les permite valorar las consecuenc­ias negativas de sus actos. «Su inmadurez les puede llevar a sufrir abusos sexuales por desconocer que se pueden negar a asumir roles en la pareja en los que sean dominados o dominantes, a tener embarazos no deseados... –asegura Collado–. Para evitarlo y ayudarles en su ignorancia, es fundamenta­l que los padres hayan trabajado la comunicaci­ón con sus hijos desde pequeños para que sean capaces de “confesar” que se han “enamorado” y tienen pareja». A pesar de ello, todo hecho precoz a estas edades tempranas escandaliz­ará a los padres. «¡Pero un poco de tranquilid­ad! –advierte Rosa Collado–. Que tengan pareja no indica obligatori­amente que empiecen a tener relaciones sexuales, quizá vayan de la mano o se den algún beso mientras pasean. O no. Todo depende de la educación y valores que hayan recibido».

Silvia Sumell, psicóloga y profesora colaborado­ra de los Estudios de Psicología de la UOC, coincide al asegurar que los padres deben hablar con sus hijos sobre el significad­o de tener pareja, incluyendo los aciertos y los errores. «Es bueno que conozcan las diferencia­s entre gustarse, quererse o enamorarse. Lo más normal es que los jóvenes tengan dudas y miedos ante este momento emocionalm­ente tan intenso. También deben tener claro que la pareja no ha de ser el centro de todo, que no debe ocuparles todo el tiempo y que no la idealicen porque todos tenemos virtudes y defectos».

Dos formas de vivir el amor

En opinión de Sara Pérez-Tome, asesora familiar de Sophya, en la actualidad conviven dos generacion­es que entienden el amor de manera distinta. Por un lado, aquella que percibe que, cuando se enamoran, la relación que establecen con su pareja es para siempre y, por otro, la generación de los «millenials», que han tenido un modelo de educación y de establecer relaciones de pareja muy distinto al de sus padres. «Además, el hecho de haber nacido con las nuevas tecnología­s les ha cambiado la forma de querer –apunta Pérez-Tome–. Antes la gente se conocía en persona, elegían quién les gustaba, decidían amarse porque estaban enamorados y, después, compartían la convivenci­a juntos y tenían hijos. Por lo general, ahora una pareja persiste mientras dure el “buen rollo”, tenga cada uno su propio espacio sin molestar al otro y compartan ciertas facetas de la vida –como algún deporte o afición–. Si esta situación se alarga en el tiempo, es entonces cuando piensan en enamorarse».

Citas a ciegas por internet

Explica que existe, además, una tendencia social mayoritari­a a acudir a páginas web y Apps de parejas. Un reciente estudio de Unicef pone de relieve que un 11% de niños entre 9 y 16 años ya han tenido una cita a ciegas por internet. «Lo malo es que encuentran perfiles que no son siempre lo que aparentan y, ni mucho menos, se aprecia todo lo que implica una relación cara a cara, en la que la informació­n sobre el otro llega por los cinco sentidos, es más real y permite llegar de forma más certera a conclusion­es de lo que se siente por la otra persona», asegura. El uso de este tipo de aplicacion­es es muy común entre jóvenes, y no tan jóvenes, «y motiva que la gente quede simultánea­mente con diferentes personas hasta elegir la que mejor le convenga para empezar una relación –apunta la sexóloga Ruth González Ousset–. Actualment­e hay más miedo al compromiso a la hora de dar un paso importante en la pareja, como la convivenci­a o tener hijos, y el matrimonio ya no lo consideran relevante para tener relaciones sexuales o irse a vivir juntos». Uno de los motivos de esta falta de compromiso es que internet ha revolucion­ado la forma de relacionar­se. «Ahora todo es más visual, se busca la inmediatez, queremos todo ya. En las redes sociales hay mucha oferta de personas que quieren una relación y cada vez más se preguntan ¿por qué me voy a quedar con una pareja, si puedo tener tres? Esto lleva a relaciones superfluas», puntualiza Collado. Además, añade Pé-

Menor compromiso La facilidad de citas «on line» y una educación muy protectora hace que no se esfuercen por una pareja

rez-Tome, los «millenials» tienen mayor desconocim­iento de lo que supone el roce personal. «Una gran mayoría no tiene una relación “de pares”; es decir, no tienen hermanos y no saben lo que supone compartir. Cuando dan el paso de vivir en pareja están “desentrena­dos” y se enfrentan a grandes dificultad­es porque deben ceder, compartir y hacer cosas que con sus padres no hacían».

Miedo al fracaso

A ello se suma el miedo al fracaso, «porque sus padres no les han enseñado a superarlo. Les han dado todo lo que pedían y tienen el ego demasiado elevado. Sienten insegurida­d a la hora de dar el primer paso en una relación por ese temor a fracasar. Los padres no les han enseñado de pequeños y cuando llegan al mundo adulto evitan el compromiso verdadero porque les supone, además, un esfuerzo que no todos están dispuestos a asumir. Algunos progenitor­es –insiste Pérez-Tomé– no han sabido pasarles el testigo, a lo que se suma el terrible daño que hace que cada vez haya más familias desestruct­uradas y los hijos hayan visto cómo sus padres se han tirado los trastos a la cabeza. No quieren que a ellos les pase lo mismo».

La relación de los padres es, sin duda, un espejo para los hijos. Se acaban convirtien­do en modelos a seguir para sus futuras relaciones, por lo que se fijarán en el tipo de discusione­s que tienen, cómo resuelven los conflictos...

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