DESAYUNAR EN FAMILIA: UN HÁBITO SALUDABLE
El desayuno es la primera comida del día. Ayuda a reorganizar los cambios metabólicos sufridos durante la noche, evita los efectos de un ayuno prolongado y, en muchas ocasiones, incluye el primer líquido ingerido tras un largo periodo de tiempo, por lo que contribuye a mantener el estado hídrico correcto y, además, constituye un indicador fiable de un estilo de vida más saludable. ¡Y esto es así en todas las edades! El desayuno es también una buena fuente de energía y nutrientes; de hecho, está comprobado que sin el desayuno, la alimentación difícilmente puede ser nutricionalmente correcta. Pero aparte de desayunar o no, es importante qué se desayuna; es decir, la calidad del mismo. Está comprobado que un desayuno equilibrado incluye al menos una ración de lácteos, una de cereales (a ser posible, integrales) y otra de fruta, y aporta al menos un 25% de la ingesta energética diaria.
Los estilos de vida actuales han originado cambios en el patrón de distribución de comidas, y han contribuido a la disminución e, incluso, omisión del mismo. Resulta paradójico que, cuando viajamos, es el desayuno uno de los momentos más esperados y, sin embargo, no seamos capaces de extrapolar ese hábito a nuestros hogares. Y hagámoslo, siempre que sea posible, en familia, disfrutando y dedicando el tiempo que merece. Siempre conviene recordar que no sólo es importante lo que se come, sino cómo y con quién, los aspectos sociales de la alimentación. Ayer, 13 de febrero, se celebró la primera edición del Día Nacional del Desayuno (DN), con el fin de recordarnos la importancia de este momento del día, que debe convertirse en saludable, divertido y familiar. ¡Merece la pena!