ABC (1ª Edición)

«Todo nos incita al odio, nos falta amor»

El director mexicano es el gran favorito para los Oscar con «La forma del agua», que se estrena este viernes en España

- MARÍA ESTÉVEZ

Mentiras «Vivimos en una sociedad, en un tiempo donde los dirigentes no son de fiar, mienten mucho»

Guillermo del Toro (Guadalajar­a, México, 1964) es uno de los hombres de moda del panorama cinematogr­áfico. Su última película, «La forma del agua», ha ganado dos Globos de Oro (mejor dirección y banda sonora), el prestigios­o León de Oro del Festival de Venecia y cuatro premios en los Critics’ Choice Awards (entre ellos, mejor película y dirección). Además, el filme le ha granjeado 13 nominacion­es a los Oscar –una menos de las que obtuvieron «Titanic», «La La Land» y «Eva al desnudo»– y la Mostra de Venecia le ha escogido como presidente del Jurado en su próxima edición, la número 75. Su gran humanidad queda plasmada en «La forma del agua», que se estrena este viernes en España y narra la romántica y surreal historia entre una mujer muda, interpreta­da por la extraordin­aria Sally Hawkins, y una criatura marina (Doug Jones). Una fábula ambientada en los Estados Unidos de 1962 que une fantasía, amor y política. —Es brillante cómo consigue dar voz a las minorías, silenciand­o a los protagonis­tas... —Eso es muy relevante en la sociedad actual. Vivimos en una sociedad, en un tiempo donde las guerras y los dirigentes no son de fiar. Ellos mienten mucho, como lo hace la gente enamorada. Por eso convertí a los dos actores principale­s en mudos, para que sean completame­nte sinceros uno con otro. La belleza de entender a otro es aceptarle tal y como es, sin discusión. —¿Cree en el amor? —Cuando dices cosas enamorado, tocas el corazón de alguien y esa es la forma más sincera de comunicaci­ón. —¿De dónde surgió la inspiració­n para crear «La forma del agua»? —Hay una película de Peter Sellers, «Bienvenido Mr. Chance», que siempre ha sido un referente para mí. Cuando alguien no habla, todos los demás se preguntan: «¿Qué está pensando?». La forma en que nos miramos unos a otros es, muchas veces, de ese modo —¿Es el poder del silencio? —El poder del silencio en las películas es cine puro. Los momentos en los que no hay diálogo son siempre los más emotivos y sinceros. El cine está creado como un medio visual, no tanto la televisión, por mucho que nos sorprenda. Las películas te obligan a prestar atención a las emociones. —¿Es su película un llanto contra la tecnología y las redes sociales? —Es una carta de amor a la idea de que es necesario un entendimie­nto. Nos falta amor. Lo que estamos haciendo es alimentar el odio. Lo veo en todos sitios, en todos los ambientes, en todas las clases sociales, en todas las razas, todo nos incita al odio o a culpar a otro de nuestros problemas. Hay una artificial­idad que nos separa, una simple frase como «odio a» crea una división y nos hace menos humanos. Por ideología nos atrevemos a golpear a otros, a torturar a otros. No vemos la complejida­d de las cosas. —Sería maravillos­o ver más películas suyas... —Ojalá pudiera estrenar con más frecuencia. —¿Existen similitude­s entre la sociedad de 1962 y la actual? Ha dicho que durante la creación de esta historia cambió su perspectiv­a como artista. —Como inmigrante eres bienvenido en otro país y la mayoría de las cosas que percibes, desde lo más pequeño hasta lo más grande, suelen ser maravillos­as. Pero hay momentos en los que te sientes fuera de lugar. Hay gente que reacciona ante tu acento inmediatam­ente. Gente que, al preguntarl­es, «¿cuánto cuesta esto?», te contestan con un «tú no puedes pagarlo». Lo hacen sin saber quién eres. A mí me han parado conduciend­o en Beverly Hills y me han preguntado de dónde soy, y luego, cuando les he contestado que de México, me han preguntado «¿qué haces aquí?», y me han investigad­o. En Estados Unidos me tratan muy distinto que en Canadá o Nueva Zelanda, donde si eres mexica-

no te conviertes en la estrella del momento. Es exótico y divertido. No es una recriminac­ión, sino una reacción. Nos alimentan con la ideología del odio y es imposible detenerla. Somos producto de esa narrativa, pero podemos cambiarla. Lo que las mujeres están intentando demostrar con el movimiento #MeToo es que si eliges rechazar esa actitud y el miedo, abrazas alzar la voz, formar una comunidad y encontrar una solución.

—Como padre, ¿le resulta importante hablar a las nuevas generacion­es que no creen en el futuro?

—Eso es lo más importante, saber lo que nos están haciendo, reconocerl­o y hablar a las nuevas generacion­es para decirles que no tengan fobia a las emociones. Hay miedo a expresar los sentimient­os, resulta casi imposible decir «te amo», especialme­nte para los jóvenes. Estamos caminando hacia un mundo en el que las emociones se entienden de una forma diferente.

—¿Siente la responsabi­lidad como artista?

—No responsabi­lidad, pero soy consciente de que tenemos que crear una conversaci­ón sobre este tema. Cuando te enamoras, sientes que no hay nada más importante. Es una fuerza real y lo sabemos gracias a Jesús, a Buda y a los Beatles. Eso es todo lo que necesitamo­s.

—Siempre ha dicho que cree en Jesús, en Buda y en los Beatles...

—Sobre ellos escribo constantem­ente. Esta película la concebí como algo que siempre está en tu cabeza y te llena de energía. Como una melodía.

—¿En algún momento se ha sentido traicionad­o por México?

—No, no. México es mi país de origen, lo adoro y me encantaría vivir allí. Tenemos una corrupción terrible, eso sí, que está desintegra­ndo nuestra sociedad. Pero, como nación, es un gran país.

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ABC Guillermo del Toro, director de «La forma del agua»
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Sally Hawkins y Doug Jones, en una escena de «La forma del agua»

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