ABC (1ª Edición)

HASTA QUE LLEGÓ SU HORA

Al Madrid sólo le queda regresar a sí mismo. Pero en eso lleva desde septiembre. Con relámpagos luminosos y estrambote­s memorables

- FERNANDO R. LAFUENTE

Su hora será cuando suenen las campanadas de las veinte cuarenta y cinco. No sonará, sin embargo, la extraordin­aria banda sonora de Ennio Morricone. Sergio Leone dirigió una película excepciona­l. Zidane tendrá que lidiar con lo que él tiene y ha elegido. Ha llegado su hora. La hora más complicada desde que tomó asiento en el banquillo. Para unos hoy, después del partido, será el Día de los Enamorados; para otros, el mismo día, será el Miércoles de Ceniza, cuestión de perspectiv­as.

En un poema lejos de lo común, como es «Ash-Weednesday» (Miércoles de ceniza), del nobel T.S.Eliot, uno para preparar el encuentro ante los parisinos puede ir calentando motores recitando lo siguiente: «porque sé que el tiempo es siempre tiempo/el lugar es siempre y solamente el lugar/y lo que es actual lo es sólo por una vez/y sólo para un lugar/me regocija que las cosas sean como son». Y como son es que el PSG llega con la delantera más potente que ha pasado por el Bernabéu esta temporada, a sumar, el espléndido momento de Di María, el equilibrio de Verratti, las incursione­s de Alves (¿quién protegerá a Marcelo con la acometida por esa banda de Alves y Mbappé?) y el muro de Lass.

Al Madrid, ahora que le ha llegado la hora, sólo le queda regresar a sí mismo. Pero en eso lleva desde septiembre. Con relámpagos luminosos y estrambote­s memorables. Contragolp­e, contundenc­ia (en la defensa, cualquiera marca en Chamartín) y presión en el centro del campo. Y después creer en el milagro de que Benzema resucite, que Bale apoye a Nacho, porque en esa banda estarán Kuzawa y Neymar. Y aquí está una de las claves, si los tres de arriba, los llamados BBC, consideran la línea de separación de campos, territorio prohibido y no bajan, el Madrid lo va a tener complicado. Veremos ese factor Champions si motiva o encoge. Otra clave es no encajar, pero eso, en fin, después de lo visto, suena a quimera. Ahorremos al lector lo obvio. Sí quedará París, pero vaya uno a saber si entonces vale una misa.

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