Multa millonaria por borrar grafitis
El juez obliga al propietario de un edificio de Nueva York que eliminó los dibujos de sus paredes a indemnizar con 6,7 millones de dólares a los artistas callejeros
La mañana del 19 de noviembre de 2013 los muros del edificio 5Pointz, en Nueva York, aparecieron cubiertos de pintura blanca. Gerald Wolkoff, el dueño de esta antigua fábrica reconvertida en estudios de artistas, decidió borrar con nocturnidad y de un plumazo los grafitis que tatuaban las paredes. Wolkoff estaba en plena guerra con los artistas: él quería convertir la fábrica en apartamentos de lujo y ellos querían salvar el edificio, convertido en un símbolo del arte callejero neoyorquino.
Para la comunidad artística, fue una puñalada en el corazón. Los grafitis destruidos eran una pérdida irreparable, una de las mejores muestras de este arte urbano. Contra todo pronóstico, esa ha sido también la opinión de un juez, que acaba de obligar a Wolkoff a indemnizar a los 21 artistas implicados con un total de 6,75 millones de dólares, 150.000 dólares por cada uno de los 45 grafitis repintados. Para el juez, Wolkoff actuó con «insolencia» y motivado por «puro resentimiento y venganza». Los artistas trataron de obtener una orden judicial para parar el derribo de 5Pointz fundamentada en el valor público de las obras, y el propietario reaccionó destruyéndolas. Si hubiera esperado a tener todos los permisos para el derribo, incluida la evaluación de la importancia de los grafitis, no hubiera habido caso, razonó el juez.
Protección legal
Lo revolucionario del dictamen es que es la primera vez que la Justicia otorga protección legal al grafiti. «Es un paso monumental para nuestra cultura y para nuestro arte», aseguró a Artnet el grafitero Meres One. «Es un claro mensaje de que el arte protegido por la legislación federal debe ser cuidado y no destruido», aseguró Eric Baum, abogado de los grafiteros, a «The New York Times». «Con esta victoria, el espíritu de 5Pointz se convierte en un legado para las próximas generaciones de artistas».
Pero el legado podría ser pernicioso para otros. La cuantía de la indemnización ha sorprendido a muchos y hay quien cree que la decisión judicial, que para Baum «sienta un precedente», será un freno para otros grafiteros, ya que quizás ahora los propietarios se lo pensarán dos veces a la hora de permitir que llenen sus muros de pintura de aerosol (como hizo en su día Wolkoff, al que no le importó que los grafiteros trabajaran a sus anchas hasta que decidió derribar el edificio). Los dueños de los edificios industriales de Bushwick, un barrio en el Este de Brooklyn convertido en la última meca del grafiti, estarán temblando.
En el fondo, el caso es una muestra más de la compleja relación entre el mundo del arte y el sector inmobiliario. Los artistas insuflan vida a zonas indeseables, las convierten en atractivas. El ladrillo aprovecha que lo que antes era ruinoso ahora es «cool» y los precios se encarecen, lo que acaba expulsando a los artistas. Ocurrió en su día en el Soho, después en Williamsburg y ahora en otros barrios de Brooklyn. 5Pointz fue una metáfora de ello: después de guerrear con los grafiteros y destruir sus obras, el diseño de interiores de las torres residenciales de lujo que lo sustituyen incluyen un mural en el vestíbulo… con forma de grafiti.