Colau fracasa en su tema más sensible
Ada Colau hizo carrera política como activista y rostro humano de la PAH, la Plataforma Anti Desahucios. «Los desahucios en España son una violación sistemática de los derechos humanos», llegó a decir.
La principal promesa de su campaña electoral al Ayuntamiento de Barcelona fue acabar con tamaña lacra social. Por eso ha de señalarse como fracaso estrepitoso que durante su alcaldía los desahucios no hayan dejado de crecer. Ayer la Guardia Urbana procedió a un desalojo en un edificio de titularidad municipal. Desalojo no es exactamente lo mismo que desahucio, y la figura del «narco-okupa» de vivienda publica se crea para distinguirlo del «buen okupa» de vivienda privada, pero la realidad es que sus coqueteos filosóficos con el movimiento han acabado en desalojos, y que siendo la vivienda su causa más sensible se ha convertido en el mayor problema barcelonés.
Los alquileres siguen encareciéndose, las viviendas sociales son insuficientes (se estudia la creación de viviendas prefabricadas, de impronta industrial y riesgo consiguiente de «guetificación»), siguen okupas y desahucios y hasta narcopisos en el Raval.
Aunque ya es un subgénero periodístico recrearse en la hipocresía de Podemos y aledaños, una vez constatada la mala gestión y el fraude efectivo de su propaganda, y por tentador que sea pasarse el tema de pitón a piton, quizás sea interesante ampliar la mirada. La simplicidad de los puntos de vista de la Colau activista contradice la complejidad de un problema que alcanza a todas las administraciones y afecta a los ciudadanos de muy distinta manera.
Para fondos y bancos (y sus accionistas e inversores), la vivienda es casi un activo financiero; para otros, el lugar donde colocar los ahorros de una vida; y para muchos, una urgencia vital.
En las grandes ciudades el precio del alquiler no deja de crecer. Según tendencias, se considerará que en ello hay visos de burbuja o solo desajustes entre oferta y demanda. Pero tras la crisis, un nuevo perfil habita las ciudades: quien tiene la fortuna de trabajar, ve que su salario se mantiene en los niveles de crisis, mientras los alquileres se recuperan con creces. El resultado es que ha de dedicarse un porcentaje excesivo de renta a la vivienda, lo que dificulta mucho seguir la paternal invitación a un mayor ahorro que nos hizo Rajoy.
Es un problema complejo, y una posible bandera para la izquierda, pero los desalojos de Colau ofrecen dos primeros puntos de acuerdo: la propiedad ha de defenderse y la demagogia no lleva a ningún lado.