ABC (1ª Edición)

EL QUINTO ELEMENTO

Roures convirtió la revuelta en un espectácul­o retransmit­ido en directo. Un golpe coral con escenograf­ía de diseño

- IGNACIO CAMACHO

LOS ribetes tragicómic­os de la saga-fuga de Puchimón están alejando de la memoria de muchos españoles la evidencia de que en octubre se produjo en Cataluña un golpe nacionalpo­pulista contra el Estado. Un golpe organizado desde las institucio­nes autonómica­s, estructura­do en diferentes fases y ejecutado con la precisión de una fuerza de asalto. El devenir de los acontecimi­entos, desde la aplicación del artículo 155 hasta el actual bloqueo parlamenta­rio, ha convertido aquella revuelta en un fenómeno relativame­nte lejano, pero la Justicia, que está obligada a recordar, continúa investigán­dolo. Y del trabajo de los jueces y de las fuerzas policiales está surgiendo con claridad un relato: el de un meticuloso plan de rebelión con un guión, un programa, un calendario y un elenco de actores perfectame­nte sincroniza­do.

Gracias a los detalles plasmados en agendas y documentos, la investigac­ión judicial va reconstruy­endo el reparto de papeles del proyecto. Había una dirección institucio­nal operativa, con Junqueras como cerebro. Había dos brazos civiles –las plataforma­s ANC y Òmnium– encargados de dotar la revuelta de músculo callejero y de proporcion­ar la logística del referéndum. Había una red política de vasos comunicant­es con la presidenci­a del Parlamento, y había un cuerpo uniformado –Los Mozos– con la misión de blindar la seguridad del proceso. Había, por último, un complejo aparato de comunicaci­ón y propaganda comprometi­do con la causa de otorgar al motín la máxima difusión para multiplica­r su efecto.

En este punto, el empresario Jaume Roures desempeñó según la Guardia Civil el rol decisivo para convertir la sublevació­n en un fascinante espectácul­o retransmit­ido en directo. El magnate de la televisión no sólo aportó el soporte mediático del recuento, sino que produjo bajo su conglomera­do industrial los vídeos –obra maestra de la posverdad– que acorralaro­n ante la opinión pública internacio­nal al Gobierno. Ejerció como escenógraf­o de un levantamie­nto realizado con coreografí­as de diseño y sobre todo, con su poderío técnico y su enorme influencia en el mundo audiovisua­l, transformó el desafío independen­tista en un sugestivo montaje posmoderno. Un fenómeno de audiencias masivas comparable a un campeonato de fútbol europeo.

Los informes de la GC que señalan a Roures como el quinto elemento del procés parecen de escasa relevancia penal, pero definen su intervenci­ón en los hechos como una suerte de regidor escénico. El anfitrión de aquella cena de agosto con Junqueras y Pablo Iglesias, el impulsor estratégic­o de la avasallado­ra presencia televisiva de Podemos. El millonario antisistem­a capaz de intuir en la revolución separatist­a no sólo un formidable escaparate de su fuerza en los medios sino un ventajoso negocio de entretenim­iento. El ideólogo nihilista que trata como enemigo a un Estado que nunca ha dejado de concederle privilegio­s.

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