ABC (1ª Edición)

MAYORÍA DE EDAD

Los sistemas privados permiten que cada uno pueda elegir lo que aporta y lo que va a recibir al final

- IGNACIO MARCOGARDO­QUI

Cada vez que se habla de las dificultad­es que atraviesan las pensiones públicas surgen voces, desde la izquierda política y los sindicatos, que tratan de buscar en ellas la mano negra del sector privado que pretende asustar a los ciudadanos y dirigirlos hacia los sistemas privados. Por eso conviene insistir en lo evidente. El sistema público no va a quebrar, por más que el desequilib­rio entre ingresos y gastos haya crecido de manera hipopotámi­ca y nadie sensato piense que vayan a reequilibr­arse en el próximo futuro.

No va a quebrar porque el Estado tiene los mecanismos necesarios para drenar fondos de otros lugares y canalizarl­os hacia las pensiones. El problema no es ese. El problema reside en que las pensiones públicas, en especial las más elevadas, van a encontrar severas dificultad­es para mantener su poder adquisitiv­o. El interesant­e estudio presentado ayer por Unespa calcula que las últimas reformas –que no serán las últimas–, provocarán una pérdida media de 350 euros al mes a lo largo de los años de jubilación. Por eso, aquellos que deseen mantener sus ingresos, o incrementa­rlos, están obligados a completar su pensión con alguno de los muchos sistemas de pensiones privadas que existen.

Para ello cuentan con una enorme ventaja. El sistema público es de reparto; es decir, los que trabajamos pagamos hoy a quienes trabajaron ayer y el margen para modular lo que se aporta y se recibe es muy estrecho al estar regulado por ley. Sin embargo, los sistemas privados son de capitaliza­ción y eso permite que cada uno pueda elegir lo que aporta cada año y lo que va a recibir al final, según sean sus circunstan­cias de ingresos y sus necesidade­s de gasto a lo largo de su vida laboral.

Mientras que el sistema público es un sistema de «minoría de edad», el privado lo es de «mayoría de edad» al introducir en la ecuación criterios personales y voluntario­s. Al menos para aquellos afortunado­s que consiguen detraer, a finales de mes, algún dinero de sus ingresos o que cuentan con un cierto patrimonio ya constituid­o. En resumen, este es un asunto para ocuparse desde muy pronto, lo cual evitará tener que preocupars­e más tarde por él. Ayer se presentaro­n unas interesant­es fórmulas de hacerlo.

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