ABC (1ª Edición)

Tatuajes, motos y miradas al cielo

∑ El medallista español decidió cambiar el balonmano por la tabla y superar sobre ella la pérdida de dos amigos y aprender a vivir la vida

- L. MARTA

De la cálida Ceuta, Regino Hernández ha traído para España un bronce de invierno. Apenas pasó un año en su ciudad natal antes de que sus padres se trasladara­n a Málaga para desarrolla­r su carrera deportiva. Ambos jugaban a balonmano. Pero el hijo, aunque probó el deporte de equipo en el Mijas Málaga, quiso desmarcars­e y encontró en la tienda de deportes extremos familiar las herramient­as y la pasión por un deporte que crecía en Sierra Nevada, su lugar de refugio cada fin de semana. A los cuatro se inició en el esquí, pero la tabla le llegó a los seis y ya no la soltó. Con ella dibujó sueños de colores en la nieve, más que un tropezón y accidentes de quien quiere hacer suyo un futuro sin apenas guías.

En el centro de tecnificac­ión desde los 13 años, compaginó todas las modalidade­s de snowboard freestyle y a los 16 se unió al equipo de cross. Hasta que los triunfos lo orientaron hacia lo que ayer lo convirtió en historia.

Con la edad, las victorias y la madurez. Campeón júnior en 2011, con la mayoría de edad, y subcampeón mundial en 2017 por equipos, consolidad­o en la élite. Entre medias, dos golpes al corazón que todavía duelen. Ángel Moreno, amigo desde la infancia que compartió partidos de balonmano, murió con solo 24 años en 2015 mientras practicaba snowboard. Por él lucía ayer un VIII en el casco. En marzo del año pasado sufrió la pérdida de su mentor, Israel Planas, de un infarto cerebral todavía con el sabor de la plata mundialist­a en la boca. Por ambos, las manos y la mirada al cielo desde el podio.

Adrenalina

Heridas que le hicieron cambiar su forma de vivir. Exprime el día a tope, sin preocupars­e por tonterías y sí de las gente que lo ha apoyado y que le rodea. Y con la misma capacidad de diversión y seguridad que impregna en sus bajadas. Capaz de ser agresivo cuando sabe que puede, o contenerse cuando debe. También así en la vida. Adicto a la adrenalina y a las emociones fuertes, quiere sacarse el título de paracaidis­mo. Probó una vez a lanzarse al vacío y lo encontró tan sugerente como la propia tabla. La montaña es su profesión; el surf, la manera de desconecta­r del frío invierno. Y si rápido surfea sobre la nieve, también se desplaza así por carretera. Una Harley Davidson es una de sus adquisicio­nes más preciadas. Son los videojuego­s otra de sus aficiones. Y Japón, una cultura por descubrir porque los cómics manga ocupan sus estantería­s y su tiempo.

Hay poco espacio ya en su cuerpo para un tatuaje más, cubierto por completo su brazo izquierdo, pero lo ha prometido y en breve tendrá que poner en tinta sobre piel la cara de Luca Trionte, quien le prepara las tablas. El italiano hará lo propio con el rostro del ceutí. ¿Podría haber elegido alguna otra cosa para apostar, como por ejemplo, cortarse la barba o la melena? «Antes me cortaría los...», se expresó. Regino Hernández, un soñador de pelo largo que tatúa en bronce olímpico su paso a la historia.

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