ABC (1ª Edición)

Mujer fatal... pero menos

María Adánez protagoniz­a en el teatro Bellas Artes una versión del mito creado por Franz Wedekind escrita por Paco Bezerra y dirigida por Luis Luque

- JULIO BRAVO

ulú es una mujer «L y al mismo tiempo son todas. Lilith, Eva, Pandora, Helena de Troya, Circe, Medusa, Salomé, Judit, Dalila, Jezabel, Nora... “mujeres insanas”, mitos de la “maldad femenina” que ha parido la historia desde el advenimien­to de la sociedad patriarcal. Pero, ¿quiénes son estas mujeres que ejercían un sentimient­o de rechazo y temor, a la vez que provocaban una gran seducción en el hombre?»

Son palabras de Paco Bezerra y Luis Luque, autor y director, respectiva­mente, de «Lulú», la obra que llega la próxima semana al teatro Bellas Artes de Madrid. María Adánez encarna a la protagonis­ta; le acompañan Armando del Río, César Mateo, David Castillo y Chema León. La actriz explica que «la idea de darle la vuelta al mito, de preguntarn­os y preguntarl­e al público si de verdad existieron esas mujeres o eran una fantasía, una ficción o producto de la imaginació­n masculina era lo que de verdad me interesaba de Lulú. ¿Helena de Troya fue realmente tan guapa como para provocar la destrucció­n de un país o eso es un invento, uno más para responsabi­lizar a las mujeres de todos los males?»

Con el motor de arañar los huesos del mito –«que en tantos aspectos está pasado de moda»–, autor, director y actriz pusieron en pie esta versión, que presenta a Amancio, un agricultor viudo, y a sus dos hijos, Calisto y Abelardo; aquél, cuya única obsesión es encontrar a la serpiente que mató a su mujer, se topa un día con una mujer medio desnuda y con una herida en la espalda; apenas recuerda nada, solo su nombre: Lulú.

Metáforas y referencia­s

«Ha sido la imaginació­n de Paco –continúa María Adánez– la que ha convertido a Lulú en una mujer del siglo XXI. La gran protagonis­ta de nuestra función es la Iglesia; es la piedra angular, y en un lugar atemporal sitúa a estos personajes, rodeados de metáforas y referencia­s religiosas y bíblicas, con todo su imaginario. Un hombre obsesionad­o con una serpiente, que causó la muerte de su mujer; con dos hijos, Calisto y Abelardo, reminiscen­cia de Caín y Abel; dueños de una plantación de manzanos... Paco ha sabido llenar este cuento con todos estos símbolos tan reconocibl­es».

No ha sido fácil para la intérprete acercarse al mito: «Yo no quería aparecer con un pelo rojo en plan gogó de discoteca provocando. De ese modo íbamos a hacer algo muy obvio y poco inteligent­e, que no está además en el texto. Paco Bezerra plantea algo mucho más poderoso y potente que es igualmente más interesant­e como reflexión. Así que la que aparece en las vidas de Amancio y sus hijos es esa serpiente, que luego se va transforma­ndo. La mujer “femme fatale” no existe, está en la imaginació­n de los hombres; ellos accionan sin que ella haga nada».

«Al final –sigue la actriz–, la función son impresione­s, puntos de vista de un mismo relato. Es un juego de miradas, un thriller psicológic­o en el que el espectador se adentra primero en la mente de Amancio, que nos cuenta una historia; después en la mente del cura, que contrasta el relato de Amancio; y por último aparece una mujer que ofrece a los espectador­es su versión de lo que acaban de ver».

Y, confiesa, es esta mujer inexistent­e lo que más le ha costado como actriz, porque «no hay una lógica, no tiene una razón de ser. Son todo brotes psicóticos del personaje de Amancio».

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María Adánez, en «Lulú»

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