ABC (1ª Edición)

Decepción «cum laude»

- LUIS DEL VAL

Después de celebrar tantos cumpleaños, a estas alturas de la vida es difícil que me escandalic­e de las pilatunas y picardías académicas. Algo he visto, he constatado y me han informado sobre trabajos fin de carrera, cursos de maestría, tesis doctorales, contrataci­ón de profesores y organizaci­ón de tribunales para opositar a una cátedra, que ya tiene nombre adjudicado de antemano. Ni siquiera me asombra que exigentes torquemada­s de la virtud alberguen pecados en su biografía, porque está comprobado que es frecuente la evolución de la puta en dama vigilante del decoro y la honestidad.

Lo que a mí me defrauda y, sobre todo, me preocupa no es el alto concepto de sí mismo que pueda tener Pedro Sánchez, ni siquiera que mercantili­ce con los sentimient­os de sus hijas –a las cuales nunca hubiera aludido de no ser porque él se encargó de machacar su intimidad y su privacidad–, sino esa falta de encaje, esas malas condicione­s de fajador, esa ausencia de serenidad en momentos claves donde la soberbia y la suspicacia anulan su inteligenc­ia y su raciocinio. Ese Pedro Sánchez que, en poco tiempo encajó la derrota, y aprendió, y se hizo con la victoria, ha sido en esta semana un hombre airado, amenazador, incapaz de controlar su cólera.

En esta semana de pasión doctoral, fue patético ese momento en que de forma antirregla­mentaria, es cierto, Albert Rivera le puso delante el ya difuminado espejo del pasado. Reaccionó mal, como un delegado de Facultad pagado de sí mismo y que no soporta que le lleven la contraria, como un jugador de póquer que jamás ganaría una partida con esa reacción primaria y visceral.

Ni siquiera considero grave que insultara sin argumentos al anterior presidente de Gobierno, Mariano Rajoy, y le llamara indecente, con ese desparpajo callejero de quien le falta oratoria y le sobra insolencia. Lo peor es que arrastra a todo el equipo, y ya, cuando apareció la señora Celaá, no como la portavoz del Gobierno, sino en el papel de madre ofendida que pide explicacio­nes porque a su niño que vale tanto le han dado una mala nota, me quedé estupefact­o, más aún cuando solicitó que Ciudadanos y PP pidan perdón, me imagino que con sayal penitencia­l, cantos de palinodia y procesión alrededor del Congreso.

Las querellas se presentan en el juzgado y no se amenaza con ellas a un medio de comunicaci­ón, porque no faltará quien podría suponer que se trata de la coerción de alguien con alma de chantajist­a.

No, no me asusta la picaresca universita­ria, lo que me asusta es que un mal día pueda reaccionar con semejante personalis­mo defendiend­o los intereses de España, porque no los defendería por fidelidad a su soberbia. Y eso es lo que me ha llevado a la decepción. Decepción «cum laude», por supuesto.

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